Quiero que sepas una cosa

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17 jul 2017 / 21:13 h - Actualizado: 17 jul 2017 / 21:13 h.

Pablo, aunque del siglo pasado, se atrevió a nacer en julio, sin saber que en Chile como en España, es un mes incendiario para el desamor, siempre decía: qué corto es el amor y qué largo el olvido, un mes desactivador de luchas, y justificador de brazos caídos, un tiempo depredador para los sentimientos y para las conciencias. El maestro, aunque influyente y destacado, el más grande los poetas del siglo XX, según Gabriel García Márquez, tiene un marcador de maldito, que lo sitúa en el pelotón de los sospechosos, por utilizar el arma de la poesía, que actúa como un imán sobre las mayorías, suministrándonos el arsenal de la agitación emocional y racional del verbo.

Su raigambre está plagada de itinerarios figurados, pero su pluma y sus entrañas son de rabioso hiperrealismo, con una mirada de pozo profundo, anticipada y desoladora del ser humano, extraviado en un mundo caótico e incomprensible, que no admite respuestas certeras. Se involucró, sin justificaciones y tomó partido por una poesía sin pureza, de coyuntura, en consonancia con su toma de conciencia social. Neruda apoyó a los republicanos al estallar la guerra civil y escribió España en el corazón (1937).

Era vanguardista e innovador, como salvoconducto para transgredir la literalidad, el son de su deletreo era austero y hermético, embriagado de notas amusicales sobre el trágico paso del tiempo, el caos y la muerte, más allá de la cuna. Neruda terminó bordando la oratoria con una artesanía tan punzante como gelatinosa, que lo hacía inmisericordio con las desigualdades del sistema. Asumió el escaño de senador, para acusar a los miserables, a los indecentes, y las consecuencias de apuntar a los que abusan de los débiles, le llevó a la persecución gubernamental, y a su posterior exilio en Argentina.

Concluyó dando varias vueltas, por la parte del planeta de entonces menos azul, lo que le serenó, incluso se simplificó formalmente, es más, desafió el lema de: segundas, ni terceras partes nunca fueron buenas, y se casó de nuevo con quien le acompañaría en el trayecto final.

Grandísimo Neruda, que renunció a la candidatura presidencial a favor de Salvador Allende, quien lo nombró embajador en París. Volvió enfermo a Chile unos años después, y murió el 23 de septiembre del 73, pocos días después del golpe de estado que derrocó al Presidente, y decidió despedirse en solidaridad con los agredidos, y como repulsa a los agresores. Por eso decía Pablo: Quiero que sepas una cosa, si de pronto me olvidas, no me busques... que ya te habré olvidado. ~