Recordamos en nuestro café las canas que peinamos los dos. Él más. Me recordó –con ese privilegio de memoria– cuando nos vimos en Eindhoven (con motivo de la primera final importante del Sevilla FC) como nos abrazamos sin mediar palabra. Nos pusimos al día y –como siempre– con su certera observación me dijo: «El mundo al revés, estás haciendo de periodista con un periodista».

Dicen que una de las tres cosas por las cuales ya vale la pena haber vivido es escribir un libro, Raimundo de Hita ya va por dos; el primero relacionado con su Sevilla FC, del cual sólo mencionaré la dedicatoria: «A mi padre. Porque cada día de partido siento que me coge la mano para ir a ver jugar al Sevilla al Sánchez–Pizjuán», indicando inequívocamente su sensibilidad, aunque a veces haga por esconderla.

Su segundo libro es ese tipo de obras que sólo puede escribir un sevillano, no en balde entró un día en una importante librería de Sevilla y preguntó anónimamente por su libro... y le dieron una alegría en la respuesta: «Mire usted, este libro es más para los sevillanos que para los visitantes».

Y es que este enamorado de Sevilla, hermano de siempre de la Paz, y con el tiempo de San Isidoro, habla y da gusto oírlo de cómo hay que visitar las cubiertas de la Catedral, o cómo hay que tomarse una singular tapa en un sitio determinado, o dónde comprar una camiseta diferente. Por hablar con sentimiento lo hace hasta de sus momentos más difíciles, como así fue en su lucha constante en favor de la salud con un corazón de hierro.

Al final yo diría que al libro 100 cosas que hacer en Sevilla... al menos una vez en la vida le añadiría (al menos) una más, 101, porque esta última –sin duda– es tomarse un café con Raimundo de Hita.

Mientras tanto, ¡sé feliz!