Reflexiones mientras voy haciendo otras cositas

Nunca he sabido de ningún hombre que busque desesperado compañía para volver a su casa por la noche porque no se sienta seguro, pero se lo he oído a todas las mujeres que conozco

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08 mar 2018 / 10:05 h - Actualizado: 08 mar 2018 / 10:08 h.
"Día de la Mujer","Huelga feminista 8M"
  • Reflexiones mientras voy haciendo otras cositas

Ayer leía un artículo que trataba el tema de la búsqueda de igualdad. El autor después de unos cuantos argumentos, que no parecían convencerle mucho ni a él mismo, se despachaba con las cifras de muertes en el ámbito del trabajo en términos de género: el 93 por ciento eran hombres... Y se quedaba tan ancho.

Quizás deberíamos empezar por aquí. Seguro que no es lo que él escribió, pero lo que yo recibí fue algo así como «!desagradecidas¡, de eso no os quejáis ¿verdad?» Pero ¿qué tal si hablamos de violencia de género? ¿Cuántas de las mujeres asesinadas fueron borradas del mapa en su puesto de trabajo, es decir, en su casa? ¿Cuántos hombres mueren a manos de sus mujeres? O si queremos abordar el asunto desde otro ángulo, podríamos hablar de siniestralidad laboral en términos de imprudencia o de falta de medidas de seguridad. Si fuera así, habría que analizar si alguna vez esos colectivos han planteado alguna reivindicación a sus patronos sobre la seguridad en su puesto de trabajo... Fíjate que a mí no me cabe duda de que si ese trabajo fuera realizado por mujeres desde tiempos inmemoriales, la seguridad sería mucho mayor. No me cabe duda. Y no porque seamos débiles, poco productivas, exigentes, sino por propio sentido común, por una forma de hacer las cosas más correcta.

Me parece terriblemente arcaico eso de recurrir a la fuerza bruta del hombre para desempeñar determinados puestos de trabajo. La diferencia es muy simple: a nosotras no se nos ha incentivado a cultivar esa faceta. A veces, hablando de igualdad se termina llegando a posturas del tipo «se quiere convertir en hombres a las mujeres y en mujeres a los hombres». No es eso. Pero es cierto que la fuerza del hombre no solo se emplea como fuerza de trabajo, también se emplea en la violencia sexual, por ejemplo. Nunca he sabido de ningún hombre que busque desesperado compañía para volver a su casa por la noche porque no se sienta seguro, pero se lo he oído a todas las mujeres que conozco. Hay etiquetas que, sencillamente, no les molesta llevar a los hombres. Y la de protectores es una de ellas. Es posible que para emprender el camino de la igualdad no solo se tengan que sentar «a ver si se nos pasa esta moda», sino que podrían empezar por tratar de quitarse alguna que otra tara, como esta, que arrastran.

Creo estar siendo examinada continuamente para ver si mi posición es lo suficientemente coherente (a esos que examinan yo les diría que ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio). Pongo un ejemplo: el otro día con motivo de la gala de los Oscars los periódicos publicaron, como viene siendo habitual, las fotos con los vestidos de la gala... Era muy curioso, pero en todos los periódicos que ojeé, estas noticias estaban al lado de otras con reivindicaciones de cara a este 8M. ¿Coincidencia? No lo creo. Parecía estar diciendo «vamos a ver si es verdad que a estas les interesa tanto la igualdad o les gusta ver el trajecito que llevaba esta o aquella». Y yo me pregunto ¿realmente está reñido querer ver unas fotos de gente que ha trabajado durante días para lucir perfecta con reclamar igualdad? ¿De verdad creen que es necesario que yo lea cifras de mujeres en empresas cotizadas o en consejos de administración para darme cuenta de que no hay igualdad?

Yo no creo tener al demonio dentro, como dice el obispo de San Sebastián. Pero algo parecido he sentido cuando, por ejemplo, se ha desestimado la demanda de justicia ante un abuso sexual por parte de un juez porque la demandante llevaba la falda muy corta, o cuando, como hace poco, se ha cuestionado que una mujer pudiera haber sido violada porque a los pocos días se estaba riendo. Eso está instalado en miles de consciencias y hay que sacudírselo como si fuera el demonio, efectivamente.

En cuanto a la brecha salarial, no tengo ni la menor idea de cuál podría ser en mi caso. Lo que sí se es que con mi sueldo sólo me habría dado para tener un techo (pequeñito) y quizá un hijo (no cuatro) y que llevo trabajando treinta años con muestras de reconocimiento por parte de mis jefes. El porqué ese reconocimiento no se transforma en valor, lo desconozco.

Y sobre lo que puedo hablar con absoluta propiedad es del reparto de las tareas del hogar. Por favor, ya está bien de decir «yo ayudo en casa». Yo no necesito, ni quiero ayuda, quiero que quede clarísimo que las tareas no son mías. Están ahí. Hay que hacerlas. Punto.

A mí me gustaría proponer un ejercicio a todos los hombres que compartan su vida con otras personas y que no tengan la fortuna de haber llegado a ese status en el que se pueden permitir que esto lo haga otro (es decir, ese status en que el dinero te permite contratar a alguien para que lo haga): piensen antes de acostarse en qué van a hacer mañana de comer/cenar, piensen si tienen todo lo necesario para hacerlo; en caso contrario organícense para hacer la compra. Cuando lleguen a casa hagan un recorrido por las habitaciones para recoger la ropa que hay que lavar (en caso de que sus dueños no la hayan puesto en el lugar adecuado), lávenla, tiéndanla (y anoten mentalmente que mañana la tienen que recoger). Pónganse con la comida/cena. Después de hacerla, no olviden recoger o hacer que otros recojan y fregar o hacer que otros frieguen y guardar todo en su sitio, y cuando terminen nunca esperen que le feliciten por haberlo hecho; a cambio vuelvan a pensar en mañana, exactamente igual. Durante todo este recorrido, contesten al teléfono, abran la puerta si llaman, apaguen luces y aparatos eléctricos que se vayan encontrando encendidos sin motivo, contesten preguntas del tipo ¿sabes dónde está...? o ¿dónde has puesto?.... Y todo con todo el cariño que pueda, que es usted un ejemplo para los demás.

Con que lo hicieran un día a la semana se habría dado un paso gigante. Mira que me gustan los chistes de hombres que tiemblan ante la posible reacción de sus mujeres por algo que ellos hacen mal, pero lo cierto es que si esto ocurre es por falta de práctica.

Al que no le parezca un trato justo, que pruebe a intercambiar alguna de sus tareas: yo me puedo encargar de la declaración de Hacienda, del coche, de las facturas... Yo puedo ayudar ¿mola?