Relatos de sombrilla

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04 ago 2019 / 07:00 h - Actualizado: 04 ago 2019 / 07:00 h.
"Bolsa","El Silencio","El Sol","Radio","Juguetes"
  • Relatos de sombrilla

Sentada en mi toalla rosa chicle, con el pelo aún mojado del último chapuzón, estiro la mano hacia la bolsa (a salvo de la solana al encontrarse al amparo de la sombrilla), cojo mis gafas de sol y me dispongo a tumbarme un rato para disfrutar del relax veraniego y coger algo de color. Cierro los ojos, medito durante unos instantes y siento como el placer del no hacer nada me invade del todo. Poner la mente en blanco no es sencillo pero cuando se consigue, sin duda, tienes ante ti la oportunidad de empezar a pintar de nuevo y de mejorar. Cuando la mente está relajada aumentan sorprendentemente tus niveles de atención, empiezas a captar detalles que antes, te pasaban practicamente inadvertidos: el zumbido de las libélulas y su variedad de colores (las hay rojas, verdes, azules); el cosquilleo que provoca el césped entre los dedos de los pies; el constante y característico sonido de los chorritos de la piscina, de esos útiles chorritos que lo mismo te dan un masaje en la espalda, que se encargan de que el agua no falte en tu lugar de recreo; el olor a aceite de coco que protege tu cuerpo de los rayos del sol al tiempo que endulza los sentidos; la estela blanca que dejan al pasar los aviones que se atisban en la lejanía, como si el cielo fuera una camisa azul cruzada por ese espontáneo bordado de líneas blancas; el singular sonido del hielo al deshacerse en la botella, demostrando que hasta lo más frío y duro, acaba cediendo; el pequeño círculo dorado que el sol dibuja en las gafas al sentirse observado... Son sólo algunos detalles de los que tu conciencia empieza a tomar nota cuando haces la útil parada en boxes.

Giro la cara hacia la izquierda, después a la derecha, el lugar es el mismo: el césped, las sombrillas, las tumbonas, los insectos... Lo que sí cambia es la perspectiva, porque como si fueras una radio humana, comienzas a captar diferentes frecuencias personales en forma de conversaciones. Los protagonistas de las mismas suelen mantener un tono discreto pero desde la quietud de la relajación, es fácil captar la conversación. De repente, capté el diálogo de dos abuelos que iban acompañados de su nieta, la pequeña Noelia (acerté a escuchar), debatían sobre quién se bañaría con ella en primer lugar, la mujer quería tomar el sol, él quería leer el periódico, cuando me incorporé ví a los tres en la piscina y a Noelia, chapoteando feliz con sus manguitos de 101 dálmatas entre los mimos de sus abuelos... Volví a sintonizar mi "radio humana" y capté la animada charla de un grupo de chicas adolescentes, estaban planeando la salida del sábado, hablaban de la terracita a la que irían y sobre todo, con quiénes irían... Creo que escuché una docena de veces la expresión: "¡qué fuerte!", y es que a los 15 años casi todo te parece justamente así, fuerte... Dos chavales, de edad similar al grupo de chicas, hablaban en la piscina justo antes de ponerse a nadar, bueno, en realidad era una carrera de unos cuantos largos: "¡gana el que llegue antes!" logré escuchar que decía uno de ellos, sonreí porque estaba convencida que más tarde, posiblemente no demasiado, la vida les enseñaría que no, no gana el que llegue antes... Continué sintonizando, esta vez capté el silencio de un señor que estaba, tranquilamente, inmerso en su lectura, cobijado por su sombrilla, si aquello hubiera sido un cuadro, el título sería: "Serenidad"...

De repente sintonicé unas pisadas que se dirigían directamente hacia mí, alcé la vista, era una niña de unos 7 años:

- ¿Me peinas? - me preguntó-.

- Claro, pero, ¿dónde está tu madre?

- Mamá está con sus amigas, creo.

No ví a ninguna señora (a parte de la abuela) en la piscina, supuse que era posible que se encontrase en el bar anexo. Le hice una trenza al tiempo que intentaba disimular mi indignación. Una vez terminé, la chiquilla me dió las gracias y volvió a su sombrilla a distraerse con sus juguetes.

La naturaleza humana es diversa y sorprendente. Si te relajas lo suficiente, podrás disfrutar del ambiente y de la gente; sintonizando tu radio humana, captarás las pequeñas y cotidianas maravillas que hoy toman forman de relatos de sombrilla.