Las recentísimas elecciones a la presidencia del Consejo General de Hermandades y Cofradías han resuelto la larga situación de interinidad que comenzó antes, mucho antes de la dimisión de Joaquín Sainz de la Maza. Las diferencias palaciegas de Adolfo Arenas ya habían colocado a la institución en un complejo atolladero que no se resolvió, ni de lejos, con la llegada del último presidente electo.
Las circunstancias personales de Sainz de la Maza, ya es sabido, no eran el mejor aval para que las oficinas de San Gregorio encontraran el sosiego necesario para recuperar el tiempo y hasta el prestigio perdido. Una cosa era el proyecto y otra la persona, que sólo tenía una opción: coger la puerta. La inevitable dimisión dejó en la estacada a un equipo humano que, en parte, volvió a aglutinarse en torno a Piñero, que ha verificado las elecciones que prometió sin estar obligado a ello. Pero Paco Vélez ya se había cobrado la primera victoria adelantando sus movimientos.... Y el resto es más que reciente.
Vélez es desde hoy el presidente que debe guiar al consejo durante los próximos cuatro años. El resultado de las votaciones es justo pero, para qué negarlo, también revela una innegable polarización entre los hermanos mayores, divididos entre dos modelos distintos de hacer las cosas. Queda mucho trabajo por hacer, mucho terreno por recuperar y sobre todo, desdecir a los que piensan o dicen que cualquier institución es hija de los tiempos que le toca vivir. Lo que toca ahora es estar por encima de ellos.