Remolones

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29 abr 2017 / 08:35 h - Actualizado: 29 abr 2017 / 08:37 h.
"Podemos"

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Los sueños están para echar una mano de vez en cuando, para servir de inspiración y hasta para vengar de manera ficticia afrentas sufridas, prohibiciones de la vida real y amores ignorados, pero no se puede vivir en ellos. Entre otras razones, porque su proverbial falta de sensatez y correlación los hace inviables, intransitables, y tan pronto parecen dulces como se vuelven ominosas pesadillas de las que hay que despertar con una sacudida. Los sueños son, básicamente, una trampa, un desahogo del subconsciente necesitado a veces del disparate para reorganizarse, y no hay sueño tan hermoso que no se acabe uno alegrando de haber salido de él a tiempo de recordar lo más bonito de ellos. La política también tiene sus sueños. Del de Podemos, que fue inmensamente bello e inspirador en sus primeros compases, deberíamos haber despertado hace tiempo para haber conservado ese regusto necesario a valentía, a frescura, a honradez, a utopía y a humanidad que nos hace mejores ciudadanos una vez despabilados y puestos en marcha. No lo hicimos, y ahora la pesadilla se cree con derecho a soñarnos a nosotros. Y entonces decide quién puede y no puede ser tertuliano de la SER –puro estalinismo onírico–, quién no merece ser llamado preso político, quién tiene que controlar el CNI, quién ya no es amigo y quiénes tienen que participar activamente en una moción de censura de carácter cósmico, mezclando los poderes públicos que tanto costó separar por nuestro bien en nombre de la regeneración –una palabra que, en boca de un ser de pesadilla, puede significar cualquier cosa menos lo que diga el diccionario–. Venga, remolones.