La Tostá

Réquiem por el gorrión

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
26 mar 2019 / 07:19 h - Actualizado: 26 mar 2019 / 08:22 h.
"La Tostá"
  • Réquiem por el gorrión

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Se acostumbra el gorrión
al ruido de los coches
y no me acostumbro yo
.

Esta preciosa soleá de tres versos la canta El Pele, el cantaor de Córdoba. Es verdad, el gorrión se acostumbra a todo y se adapta a lo que haga falta, porque es un pájaro fuerte. Sin embargo, parece que está desapareciendo de nuestros barrios, de los árboles que suelen estar cerca de casa. Como vivo en el campo, los sigo viendo a diario y eso me da una enorme seguridad porque donde hay gorriones hay calidad de vida. Hay 30 millones menos de gorriones de los que había en España hace una década, algo que contrasta con el exceso de nuevos pajarracos, de distinto plumaje, que se encuentran en nuestras ciudades. El gorrión se está yendo por algo, por el ruido, la contaminación, los aparatos de aire acondicionado que calientan el aire, los insecticidas y herbicidas. Nos estamos cargando la biodiversidad urbana. En los pueblos, el campo está cada vez más retirado del casco urbano, con tantas urbanizaciones y polígonos industriales. El gorrión se distingue precisamente por ser una especie de pájaro fiel a sus vecinos y por andar casi siempre por los mismos árboles. Se han llevado bien con nosotros, los tenidos por humanos, desde tiempos inmemoriales, pero nos están abandonando y no me extraña lo más mínimo porque hemos contaminado la atmósfera y cada día les cuesta más trabajo encontrar alimentos, a no ser que los dejen comprar en Mercadona. El otro día se posó en mi ventana un gorrión y tenía una tristeza en sus ojos que me conmovió. Y eso que vive en el entorno de Doñana, en los pinares de La Puebla del Río, y que les tengo comida y agua por todas partes, además de música agradable, nada de Rosalía o El Niño de Elche, sino del Niño de Marchena, la Niña de los Peines, Manolo Caracol o Camarón. Me imagino la vida sin los gorriones y me dan ganas de escaparme con las tres o cuatro docenas que quedan en la urbanización. Volar un día de estos, al amanecer, rumbo a un lugar donde el agua de los arroyos no esté podrida y el aire huela a jazmines recién cogidos y rosas recién cortadas. Donde no haya más ruido que el del silencio y la tierra sea tan generosa como las nubes. Donde el invierno sea invierno y el otoño no parezca la continuación del verano. Y donde la mano del hombre no haya destrozado nada aún, que será difícil, porque estamos arrasando con todo.

Se cansan los gorriones
del ruido de los coches
y la contaminación del hombre.