Resistir y proyectar

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23 jul 2016 / 17:40 h - Actualizado: 23 jul 2016 / 21:08 h.

Acontecen tiempos recios. La incertidumbre nos acecha. Frente a ella hay que resistir. Y no sólo frente a la incertidumbre sino también frente a un prejuicio, o cualquier determinismo, sea biológico o sociológico, o un trauma. La moderna psicología ha acuñado un término para definir esa especial capacidad de superación: RESILIENCIA. La RAE la define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o una situación adversa. El término tiene su origen en la física. Se emplea para definir la capacidad que tiene un metal para resistir un impacto y retomar su forma original. Es la capacidad humana para superar traumas y heridas. No es una receta para la felicidad sino una actitud vital positiva que estimula a reparar los daños sufridos (Barudy). Es palabra de moda.

Aranguren describe dos actitudes frente al mundo: una, defensiva, replegada sobre sí misma y paciente; otra, emprendedora, pujante y entusiasta. Y, citando a Santo Tomás, advierte dos vertientes en la fortitudo: sustinere y aggredi, soportar y emprender. Más recientemente, J.M. Esquirol habla de la resistencia íntima como experiencia de la condición humana, hasta tal punto que existir es resistir frente a la adversidad, y no sólo resistir, sino también proyectar y emprender. Esta resistencia íntima no es resignación, vive de la esperanza. La resiliencia guarda semejanzas con la virtud de la fortaleza y con la resistencia íntima. Difícilmente brota en la soledad. La confianza y la solidaridad de otras personas son imprescindibles.