Cada cual puede sacar sus conclusiones sobre las ventajas o desventajas que ha deparado para el conjunto de España la celebración en Barcelona de un Consejo de Ministros como símbolo de quién manda en la nación sobresaltada por la rebeldía secesionista pagada por todos. Cada cual puede ponderar quién ha sido más hábil en el toma y daca de simbolismos para convertirse en el caballo de Troya del rival institucional que es a la vez coyuntural socio. Cada cual puede tener su opinión sobre la puesta en escena de los saludos y encuentros entre los presidentes Sánchez y Torra. A toda esta relación de hechos, sobre los que puede opinarse del derecho y del revés, súmenle otros igualmente opinables como la decisión de forjar el puente aéreo de la memoria histórica de la Transición entre los aeropuertos de Madrid-Adolfo Suárez y Barcelona-Josep Tarradellas. Pero hay un hecho al que no es posible aplicarle el VAR. Porque sigue sin acontecer. La reunión y el diálogo con la Cataluña tan catalana como española y constitucionalista. Con la Cataluña que encarna de modo admirable Teresa Freixas, presidenta de la asociación Concordia Cívica. Qué dos palabras tan hermosas y tan poco secundadas.
El pasado jueves 13, Teresa Freixes, catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, y con una larga trayectoria de logros y premios a nivel europeo, dio una magistral conferencia en Sevilla, en el Máster 'Sociedad, Administración y Política' que dirige en la Universidad Pablo de Olavide el valenciano Xavier Coller, catedrático de Sociología Política en dicha universidad sevillana. Con sosiego y con solidez, sin una mala palabra, explicó lo que desde hace más de 30 años se está perpetrando en Cataluña contra la mayoría de los habitantes de Cataluña, planificado y detallado en el informe 'Recatalanizar Cataluña' que promovió Jordi Pujol.
Todos los días tiene protagonismo la muchachada de los CDR con sus acciones antisistema. Ningún día es noticia, ni asunto de debate parlamentario, lo que personas como la leridana Teresa Freixes sufre cada día incluso dentro del campus de Bellaterra, presionada con insultos y desprecios. Tampoco lo es el ambiente de resistencia clandestina al que se han visto abocados numerosos funcionarios públicos en ayuntamientos, diputaciones y otros organismos para alertar con discreción, preservando desde el anonimato su puesto de trabajo, sobre la ofensiva que sufren para validar el uso ilegal del dinero de todos los contribuyentes mediante subterfugios por las que se desvíen los fondos a fines separatistas.
Hasta la saciedad se usan en vano las palabras 'reunión' y 'diálogo'. Nunca hay reuniones y diálogo con la mayoría de los catalanes, con la Cataluña silenciada cuyos derechos y libertades están tan cercenados como su identidad.
Enhorabuena, Teresa, por tu civismo y por tu sacrificio para defender la democracia y la decencia. En Sevilla sí has tenido reunión, diálogo, respeto y afecto, en el campus de la Olavide y con la Asociación Iniciativa Sevilla Abierta.
Y con espíritu constitucional le hago otra petición al Gobierno de España. El próximo Consejo de Ministros itinerante debe realizarlo en Teruel, santo y seña de la peor de las rupturas que se están sufriendo en España: el ocaso de las provincias despobladas, las que además no tienen alta velocidad ni en su red de transportes ni en la de telecomunicaciones e internet. Vamos camino de cumplirse en 2022 el primer centenario del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes. La imagen de un Jefe de Estado descubriendo a pie el tremendo y pertinaz atraso en las aldeas de dicha comarca cacereña acentuó el debate existencial sobre la enorme desigualdad que había entre la España de los cenáculos madrileños respecto a la España ancha y larga de sus paisajes y paisanajes. Si unieran sus votos en el Congreso los diputados de las veinticinco provincias con mayor desequilibrio demográfico para que los debates sobre los Presupuestos Generales del Estado se centraran año tras año en priorizar el crecimiento de sus convecinos, siempre postergados, cuadruplicarían la capacidad de influencia de los nacionalistas vascos y catalanes para pactar o bloquear cualquier manejo de la solidaridad interterritorial.