Ayer fue enterrado en la localidad sevillana de Lebrija, su pueblo de adopción, Ricardo Rodríguez Cosano, un señor del flamenco. A muchos no le sonará de nada, pero es autor de varios libros interesantes sobre el arte andaluz y se dejó la vida luchando por las peñas flamencas de la provincia de Sevilla, siendo durante años el presidente de la que en Lebrija lleva el nombre del cantaor local Pepe Montaraz. Fue de los pioneros en acercar el flamenco a los colegios, porque era maestro de escuela y sabía muy bien la importancia de que los niños supieran sobre nuestra cultura. Recuerdo que les ponía bulerías y romances a la hora del recreo para que se fueran familiarizando con nuestra música. Si el flamenco es hoy un arte reconocido y atendido por las instituciones públicas es gracias a hombres como él y otros que supieron apostar por lo jondo en el momento que había que hacerlo, cuando llegó la fiebre y era imprescindible investigar para aportar buena información sobre los artistas y los palos del cante. Ricardo luchó como un jabato, a veces en solitario y poniendo dinero de su bolsillo.