Las hermandades atesoran pequeños ritos cuyo conocimiento rara vez traspasa la estricta intimidad. A veces tienen lugar en los traslados de las imágenes, o con la entrega de una potencia o de un pañuelo para el hermano enfermo, o es apenas un papel doblado que se coloca entre la imagen y su peana. Pero el verdadero significado de estos gestos sólo se alcanza a comprender donde nació y pervive la costumbre. Cuando mi Cristo ha de subirse al paso, o colocarse de nuevo en su altar, se le desprende la parte superior de la cruz que sostiene el INRI y, mientras dura el traslado, el hermano mayor se lo entrega a alguno de los presentes que lo recibe como el mayor de los tesoros. Esta vez lo sostuvo entre sus manos Paco Nieto Moreno y a Paco lo sostenía su hijo que lo llevó en su silla de ruedas como un cirineo obediente y entregado. Paco no ha sido nunca miembro de Junta ni ha ocupado otro lugar de privilegio que el de, como electricista que era, iluminar a su Cristo en tiempos menos boyantes y en los que el mayordomo recurría a él porque era el único capaz de cambiar cables y bombillas desde una inmensa escalera que sólo él sabía manejar con soltura para encaramarse sin miedo en el último peldaño. El pasado martes, quien en otro tiempo recorría incansable la cofradía arriba y abajo con sus pies descalzos, estaba allí sentado —con unos zapatos nuevos que ya no podrá desgastar— mirando emocionado sobre su regazo el remate de su Cachorro. ~