Rivera por la calle de en medio

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03 mar 2018 / 22:44 h - Actualizado: 03 mar 2018 / 22:46 h.

Pues habrá que hablar de Rivera, ahora que está de moda. Y razones hay para ello. Hasta los astros lo miran sonrientes y se alinean para indicarle el camino. Cada vez que alguien de Podemos sale en tromba contra un PP en horas bajas y lo acusa de lo evidente (corrupción, empleo precario o de empobrecer a los pensionistas), Rivera aumenta su saco de votos. La podemita tropa está atrapada en un círculo sadomaso. Cuanta más leña dan al PP más preciso es el trabajo de zapa que le hacen a un Ciudadanos que sube y sube como la espuma en las encuestas. De este modo libran a Rivera de tener que ser él el que amenace con los fuegos del infierno al partido que le cae a su derecha. Le basta con enseñar la punta de los dientes de cuando en cuando. Riverita, Riverita, ¿por qué los tienes tan afilados? El cuento es de sobra conocido, pero en este ocasión puede que su final sea muy gore.

La corrupción no te hace cambiar de acera. Nadie deja su ideología y se pasa a la contraria porque su partido esté de mierda hasta las cejas y siga y siga como si nada, cual conejito duracell. Así que la única solución que le queda al votante conservador es buscar a su alrededor, evitando a toda costa tener que ir demasiado lejos. En tiempos del bipartidismo el centro basculaba entre PP y PSOE, pero ahora se ha colado en medio Ciudadanos y el PSOE pierde con Sánchez esa centralidad. De modo que el tránsito para los votantes del PP que desean emigrar y quedarse a la vez en parecido sitio, hacia Ciudadanos tiene menos salto ideológico. Basta con observar con cierta atención lo ocurrido en Cataluña. Rajoy comenzó ganando la partida del 155, pero las cosas se han ido complicado en exceso, no salieron como previstas. Nadie a estas alturas ve solución al tema, muchos menos después del resultado de las elecciones del 21-D. Hoy son legión los que se acuerdan de los inoperantes silencios de Rajoy, los mismos que le atribuyen a Cs el éxito de la contestataria resistencia. Arrimadas no ganó al independentismo, pero sí destrozó al PP en su propio campo y bajo su misma bandera. Esta es su verdadera victoria. Por más vueltas que le demos nadie alcanza a entender como es posible que el partido que gobierna en España sea en Cataluña un partido casi extraparlamentario. En Génova tiemblan.

Volvamos a Rivera. Ahora es a él al que le toca gestionar el potencial éxito y corre muchos riesgos. El más grave sin duda sería querer a todo trance tirar por la calle de en medio en cada asunto. Habría de tener cuidado, asesorarse bien y medir mucho lo que dice. Porque la impostura se descubre sola y la bravuconería se acaba pagando. Y esto es tan claro como que para entrar en casa ajena se requiere autorización judicial, salvo que te inviten a entrar, claro. A patadas no se llega a ningún sitio.