Sede central

Image
29 nov 2015 / 07:55 h - Actualizado: 28 nov 2015 / 19:40 h.
"Crisis en Abengoa"

Se le conoce como efecto sede central y, en nuestro caso, no anuncia nada bueno. Si cae Abengoa, además de los efectos directos que esto tendrá sobre el empleo en nuestra Comunidad —lo que es por sí misma una horrible noticia—, desapareceremos del mapa de las ciudades que cuentan, pues es sabido que en el entorno de las sedes de las grandes multinacionales siempre suceden cosas que suman.

Cuando una gran multinacional se deslocaliza, dicho sea en moderno, la perdida del principal arrastra consigo todo lo que un día fue atrayendo. Es un fenómeno conocido y estudiado. Las grandes empresas se llaman las unas a las otras, necesitan tenerse cerca, y, en la sociedad de internet, curiosamente, tienden a concentrarse todas en un mismo territorio. A fin de cuentas todos los negocios se terminan haciendo cara a cara. La alta tecnología se debe adaptar al milímetro de lo que el cliente necesita, y esa precisión sólo se alcanza cuando los cualificados ingenieros se reúnen delante de los planos. Así le ocurrió a Madrid en los años de la belle epoque y del crédito fácil, superando a Barcelona precisamente por que fue capaz de conseguir que detrás de una grande fuesen llegando las demás. Figuradamente, lo mismo que ocurre con la manada de elefantes que se va disponiendo alrededor a la laguna. Detrás de los paquidermos llegarán cosas más pequeñas, pero en un número considerable.

En la sede central es donde se concentra la inteligencia de la empresa. Es ahí donde se fraguan los proyectos, donde se hace ciencia y donde se desarrollan las nuevas tecnologías. Por otra parte, los salarios de estos empleados suelen ser muy superiores a la media, con el efecto multiplicador que esto tiene para el territorio de acogida en cosas tan dispares que van desde la gastronomía hasta la vivienda. Asimismo, el traslado de una sede central es la muerte anunciada de otras muchas cosas. Ocurre con las pequeñas y medianas empresas auxiliares que nacen a su impulso y cuya facturación, en su totalidad o en gran parte, está ligada al volumen de actividad que se tenga en Palmas Altas. Lo mismo ocurre con la Universidad, que ya no tendrá con quien colaborar y así sucesivamente.

Abengoa no es mía ni poco ni mucho, más bien diría que nada. Pero el hecho de que sobreviva o no va a afectarnos de lleno en empleo de presente y de futuro. Abengoa no es nuestra, pero por todas estas razones lo termina siendo. ¡Qué inventen ellos! y nosotros los lunes al sol. No dejemos que pase.