La secularización de la sociedad se traduce en la mayor relevancia de sus facetas históricas, tradicionales, estéticas y emotivas manteniendo la importancia como seña de identidad de la ciudad y de sus habitantes. Lo prueba la alta nómina de las hermandades, la participación numerosa de los que procesionan y de quienes las presencian y las permanentes noticias en torno a ella durante todo el año.
Mas hay riesgo de oscurecer su raíz religiosa por una exaltación tópica que dispense de la actualización al signo de los tiempos y al necesario equilibrio entre tradición y modernización verdaderas. Se magnifican hechos y circunstancias anecdóticas con relevancia desmesurada en los medios de comunicación y se potencian con morbo chismes, riñas y disputas. Se banaliza lo sagrado con inversión de valores afectando a su función primaria, la devoción a unas imágenes sobre la Pasión de Cristo y la asociación en ejemplar convivencia de personas distintas y diversas. Se sustituye por otros protagonistas a los nazarenos, los auténticos actores discretos y sufridos.
Por ello el pregón suele contener referencias a la fe, a la formación y al servicio a los demás según diversas fórmulas, así como reglas literarias propias del género. El del presente año tuvo además alta calidad y acertadas metáforas, expresando vivencias y sentimientos personales vividos y transmitidos casi siempre familiarmente a través del recuerdo que es una memoria actualizada. Un pregón culto, lleno de guiños que nos enmarca con acierto en la semana que hoy empieza.