Señor alcalde, queda usted despedido

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24 may 2015 / 19:07 h - Actualizado: 24 may 2015 / 20:54 h.
"Viento Sur","Elecciones Municipales 2015"

En tiempo de arenas movedizas, nada más mudable que un Ayuntamiento. ¿Cómo pueden valorar las encuestas el efecto que cause sobre los votantes el hecho de que su presunto alcalde le llamase pagafantas en un guateque? ¿La mala contestación que recibiera en algún rincón de su biografía por parte de la cuarta aspirante a concejala de su partido habitual? Allí donde la gente se conoce por su nombre y por su mote, más que siglas políticas y promesas, caben añejas cicatrices de fútbol, lambadas en una feria antigua, pleitos por unas lindes, pésames de tanatorio, tute en el bar de siempre. Las elecciones locales no reflejan el rostro exacto del poder, remoto, blindado e inaccesible, sino sentencias como qué buena gente es pero que malo ha sido como alcalde el hijo de Manolita. Nunca un alcalde, por muy grande que sea la urbe, llega a rozar la falsa majestad de un consejero, de un obispo o de un ministro, aunque haya quien lo parezca. Quizá por ello, algunos se venguen creyéndose mesías, trincando regalías o sisando el presupuesto.

Los alcaldes vienen a ser serenos sin llaves, algo así como el administrador de una comunidad de propietarios, un empleado a los que los ciudadanos piden cuentas. Hoy muchos de ellos vuelven a ser lo que fueron. Simples gestores a los que su clientela ha despedido. Habrá quienes lo asuman con la deportividad de quienes rompen una quiniela. Otros jurarán odio eterno a los romanos. Lo peor ocurrirá frente a su espejo: sus arrugas reflejarán la pérdida del coche oficial; las incipientes canas, que ya no habrá más almuerzos con inversores. La comisura de sus labios, que tampoco nadie volverá a insultarles en el mercado de abastos. Algo es algo.