Nada que no sepan. El Señor del Gran Poder abandonará el camarín de San Lorenzo para marcharse con los que más le necesitan y brindarles su abrazo. Será sólo por unos días, dando un hermoso y renovado sentido a esas salidas extraordinarias reconvertidas en objeto de consumo. Hay un motivo de peso: en 2020 se cumplirá el IV centenario de un milagro resuelto en madera. El Señor se marchará de la basílica en silencio, camino de los templos de las Candelarias, los Pajaritos y, 55 años después, a Santa Teresa. Los mayores recordarán aquel tiempo de misiones, tan distinto, que despidió toda una época y abrió a la Iglesia a las incertidumbres del Concilio. Fue en 1965. El compañero Gómez Palas evocaba en las páginas de El Correo los tres viernes de invierno que El Gran Poder pasó abrigado por los frescos de Juan Miguel Sánchez en la parroquia de Santa Teresa. Pero es que cuatro siglos bendiciendo Sevilla es una justificación más que razonable para volver a sacar al Señor dando, de paso, una lección del sentido, el poder y la razón de existir de las imágenes. El Gran Poder se marchará con los suyos dando sentido a la carta de San Pablo: «yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios».