Septenario

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23 mar 2017 / 20:03 h - Actualizado: 23 mar 2017 / 20:03 h.
"Cofradías"

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No hay tardes como esas tardes de septenario en torno a Ella. Ni ocasión más propicia, en toda la Cuaresma, para acercarse al cobijo de su manto y al dulzor de sus diecinueve años de doncella. Toda la melancolía de los tiempos perdidos de marzo - con mi madre sentada junto a mí en el banco de la Basílica- se refunde en ese gozo ante su presencia, que tiene el verde de su Esperanza eterna, y el oro de la verdad de sus promesas.

No hay tardes como esas tardes de septenario, porque es su Esperanza la fuerza que da sentido a la Pasión de su Hijo, al sufrimiento que está por venir, y al sacrificio mismo de este tiempo de Cuaresma. Sin esos ojos brillantes que predicen el final feliz de la historia, no tendría nada sentido, ni la existencia misma podría tener explicación humana.

No hay tardes como esas tardes de septenario, refulgentes con la luz de tanta fe sencilla y el esplendor de la palabra de los mejores oradores sacros que su hermandad se empeña en traer desde lejanos destinos. Aunque todo empalidezca ante la soberbia luz que emana de la Virgen de la Esperanza.

No hay tardes como esas tardes de septenario, en las que la muralla macarena vuelve a ser escenario real – que no inventado- de esa toma simbólica de la Ciudad de la Gracia por los custodios del Señor de la Sentencia, al paso marcial de la más heroica de las centurias romanas.

Por eso hermanos, dedicar siete días del año a contemplar y meditar los siete dolores que golpearon el corazón de nuestra Madre, se me antoja no ya algo ritual y tradicional, sino un hito imprescindible para Sevilla en su cuaresma espiritual y, personalmente, una cita imprescindible en mi ser católico y cofrade. Bien saben los que me conocen cuánto me entusiasman esos siete días junto a nuestra Madre Macarena, cuánto me reconfortan y me ayudan a llenar mi alma de paz y de esperanza. No hay cuaresma sin septenario doloroso a la Madre de Dios. Sólo quisiera hoy llamaros para que viváis, junto a nosotros, esa conmemoración solemne de los dolores de María ante la simpar belleza de la Virgen de la Esperanza. ~