La Tostá

Ser del Real Betis Balompié

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
02 sep 2019 / 08:28 h - Actualizado: 02 sep 2019 / 08:33 h.
"Real Betis","La Tostá"
  •  El centrocampista francés del Real Betis Nabil Fekir celebra su gol, el segundo gol de su equipo ante el CD Leganés, este sábado. EFE/José Manuel Vidal.
    El centrocampista francés del Real Betis Nabil Fekir celebra su gol, el segundo gol de su equipo ante el CD Leganés, este sábado. EFE/José Manuel Vidal.

Reconozco que nunca habré sido un buen bético si ahora mismo, sinceramente, no me quita el sueño que pueda ganar o perder. Hace cuarenta y cinco años no fue así, cuando perdía en su campo no iba a trabajar los lunes pensando en aquel balón que pasó rozando el larguero en el último minuto o el increíble paradón del portero contrario que nos privaba de una victoria segura. Claro que entonces, a mediados de los setenta, tenía 16 o 17 años y menos cabeza que un chorlito. Primero estaba el Real Betis Balompié y luego todo lo demás. Hasta que Retamero vendió a Gordillo y, como para mí era Dios, dejé de ir al Benito Villamarín. También porque me di cuenta pronto que el Betis jugaba con mis sentimientos, que sabía que como estaba enamorado hasta las trancas de esos colores me hacía sufrir adrede. El Betis es eso, más que un sentimiento, un sufrimiento, pero no en momentos puntuales o en una determinada campaña. Es un sufrimiento constante, perpetuo, desde el minuto uno del comienzo de la liga hasta el último del último partido. Creo que en aquellos años fichaban a malos jugadores queriendo para hacernos sufrir en la grada, en mi caso en el Gol Norte. Desde allí veía a jugadores espantosos como Mendieta o Mameli, que cuando llegaron venían precedidos de una fama que ni Pelé. Nos ilusionaban con jugadores que luego nos hacían sufrir lo indecible, creo que de una manera estudiada en un despacho y con el complot de las secciones deportivas de los diarios sevillanos, desde donde los ensalzaban de una manera miserable. “Ha marcado 200 goles en su país”, creo que leí un día. Sería al futbolín, en el caso de Mameli. El pasado sábado, viendo algo del partido contra el Leganés y cómo sufría un hermano mayor que yo ante la posibilidad de perder de nuevo y colocarnos abajo del todo, casi cerca del infierno, entendí que después de cuarenta y cinco años seguimos igual, sufriendo y luchando por no bajar a segunda división. Es que el día que no sea así, que ganemos cuatro o cinco ligas seguidas –soñar es gratis–, creo que no se llenaría el campo, porque el bético de raza, el de verdad, necesita que lo hagan sufrir, llorar en el campo y dejar de ir a trabajar los lunes. Y yo, sinceramente, no estoy ya para sufrimientos de ese tipo, de ahí que viva todo lo relacionado con el Betis con una discreta indiferencia. Que gana, bien. Que pierde, más se perdió en Cuba.