Serenidad

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30 jun 2019 / 08:00 h - Actualizado: 30 jun 2019 / 07:42 h.
  • Serenidad

Me gusta la quietud de la piscina a las 3 de la tarde. Sí, lo sé, así de primeras parece una locura ir a bañarse a esas horas pero es precisamente cuando la mayoría de la gente aprovecha para comer que yo disfruto del placer de la tranquilidad, la calma, el sosiego... Elijo una buena sombrilla, suelto mi bolsa, me tumbo unos minutos mientras escucho música, cierro los ojos, los sentidos se van relajando, sonrío porque estoy a gusto... Me incorporo para prepararme y hacer unos estiramientos antes de nadar, pero primero me recreo con la visión de la piscina desierta... A las 3 de la tarde ya no hay niños tirándose de bomba, ni señoras llamándolos "a grito pelao", ni siquiera el incesante baile del socorrista por toda la piscina advirtiendo a los chiquillos... Quizás hay alguna pareja, fan de la serenidad que, creando un improvisado nido de intimidad, se dedican mutuas muestras de cariño mientras los destellos del sol en el agua son como pequeños guiños del verano a disfrutar de todo aquello que nos es cercano, de aquello que es esencialmente importante... En esencia, la piscina está desierta y la reflexión se despierta...

Tirarse a la piscina

Estiro, me doy una ducha, me coloco las gafas de bucear y me tiro a la piscina. Bueno, en honor a la verdad, me metí por las escaleras, siempre me parece que el agua está demasiado fría y si me meto poco a poco, parece que el frío es menos (aunque en realidad es el mismo, sólo que dosificado). Hay quien se tira de cabeza y pasa el trago de una vez, como cuando te daban el jarabe de pequeño y te tapabas la nariz para no sentir el sabor... Quizás ese sea el vicio de la sociedad actual, queremos que todo sea rápido, inmediato, en lugar de centrarnos en que sea grato, agradable, memorable... Estamos demasiado acostumbrados a "taparnos la nariz" para no sentir sabores y eso no nos hace precisamente mejores...

Nadando

Disfruto sintiendo el sabor de la serenidad... Ya estoy dentro de la piscina, me pongo a nadar (la ida a braza, la vuelta a crol), nadar me relaja a la vez que alimenta mi nivel de atención porque para practicar bien el arte de la natación hay que estar atentos a la respiración, el ritmo, la coordinación de la brazada y la patada... A veces, hay personas nadando al lado que van a toda pastilla, parece como si le pegaran al agua (por el nivel de olas y salpicaduras que provocan) apenas respiran y como van agobiados, esto les hace ir haciendo "s"... Claro, así, tu "momento serenidad" queda en "stand by" porque ahora tu atención se dirige a evitar ese choque que parece inevitable con el vecino. Esta escena de natación parece una foto de la vida porque no tiene un mejor desempeño quien va más rápido, quien es más agresivo o provoca más ruido (o salpica más), no obtiene mejores resultados quien golpea el agua sino quien toma conciencia de sus propiedades, las usa a su favor y, finalmente, aprende a fluir con ella. A eso debía referirse Bruce Lee con aquello del "Be water, my friend".

¡A secarse!

Termino mi hora de natación, me dirijo a las escaleras, salgo, conecto mi spotify y me tumbo en la toalla. Con el sol de las 4 y algo de la tarde te secas en un momento. Hace calor pero me gusta sentir el contraste entre el fresquito del agua y la calidez del sol; en la vida hay que saber mojarse y también secarse al calor de la reflexión... Ladeo la cabeza para la sombrilla donde tengo la bolsa y las sandalias, respiro, es una respiración profunda en plan "¡qué a gustito estoy!", me invade la serenidad... Recuerdo las palabras de Publio Sirio: "Un hombre en calma es como un árbol que da sombra. Las personas que necesitan refugio se acercan a él", muy cierto... Cuando tienes el ánimo sereno, te transformas en ese útil árbol que proporciona esa necesaria sombra en la que resguardarse en los días calurosos... La serenidad, por tanto, invita a la solidaridad, al entendimiento, al compartir y, esa, en definitiva, es la esencia de vivir ¡disfruta del baño!