Sevilla Football Club: ¿una asignatura pendiente?

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25 abr 2017 / 11:45 h - Actualizado: 25 abr 2017 / 11:47 h.
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Por Carlos Romero, coordinador del Área de Historia del Sevilla FC

¡Inteligencia, dame

el nombre exacto de las cosas!

... Que mi palabra sea

la cosa misma...

Estos son algunos versos de Juan Ramón Jiménez referentes a la esencia, aquello que define a algo o alguien, lo racional en el caso del hombre.

En 1941, Francisco Franco Bahamonde, autoproclamado caudillo de España, dictó que todas las sociedades españolas, mercantiles, y asociaciones sin ánimo de lucro o deportivas, debían su nomenclatura al noble idioma español, por lo que se prohibieron los extranjerismos en las mismas.

De esta forma, en las sociedades futbolísticas, el Athletic Club, pasaría a llamarse Atlético de Bilbao; el Sporting de Gijón se llamaría Real Gijón, y el Racing de Santander, Real Santander SD, entre otros tantos. El Sevilla Football Club pasaría a llamarse Sevilla Club de Fútbol.

Fue una etapa negra para el deporte nacional, en la que los presidentes de los clubes de fútbol son nombrados a dedo por el sangriento general Moscardó, jefe político de la DND, (Delegación Nacional de Deportes) momento en el que Sánchez-Pizjuán es enviado (exiliado) a la Federación Española de Fútbol como vicepresidente, pues no gustó nada a la dictadura su manera de proceder en defensa del club sevillista en los años de la guerra, y en los inmediatos de la pos guerra.

Con el paso de los años, y sobre todo con la llegada de la Democracia, los clubes fueron recuperando los nombres con los que fueron bautizados, el Athletic Club lo hizo a principios de los años 70 con cierta valentía, y el resto de los clubes un poco más tarde.

¿Para y por qué lo hicieron? Porque el nombre forma parte de las identidades de los clubes, de su idiosincrasia, y porque la decisión franquista en los años 40 no partía de la voluntad de sus propios socios y aficionados, entre otras tantas razones. Era necesario recuperar sus señas de identidad, y sobre todo, su esencia.

En 1975, en Asamblea General, lo hizo el club sevillista, si bien con cierto decoro y a medias, a diferencia de otros clubes, pues sustituía el anglicismo «Football», por el españolizado desde los años 20, «Fútbol», pasando a llamarse Sevilla Fútbol Club.

Como decíamos anteriormente, esto era algo insólito, pues se usó la fórmula inglesa de anteponer un sustantivo con función de adjetivo, premodificando a otro sustantivo, pero usando vocablos españoles, y sin que mediase preposición entre ellos. En realidad, lo que en principio podría entenderse como una aberración léxica, se convirtió en un préstamo que terminó por formar parte de la propia lexicografía, estableciéndose y aceptándose como tal.

El Sevilla FC ha recuperado acertadamente en los últimos años, las que fueron sus señas de identidad históricas. Volvió a usar las medias negras, (con las blancas nunca ganó nada) reivindicó el antiguo escudo circular, que definitivamente aparece en los estatutos de forma oficial; promulgó una mejor definición vexológica de la bandera y del escudo actual, conforme a la heráldica. Estableció su verdadera fecha fundacional en 1890; recuperó vestimentas históricas genuinamente sevillistas, como la camiseta a rayas blancas y rojas; confirmó la oficialidad de sus himnos, y buena parte de todo esto fue a instancias de su departamento de Historia, en el cumplimiento de su función en el ámbito de una institución deportiva moderna del siglo XXI. Tan solo queda por comprobar si existe una asignatura pendiente, y esto es la recuperación del verdadero nombre del Club, arrebatado por la fuerza durante la dictadura franquista, o bien dejarlo tal cual.

Pero el cambio no sería nada fácil, las razones son comprensibles teniendo en cuenta una dificultad añadida, y esta es la especial reticencia intrínseca del sevillano, a diferencia de otras sociedades, a cambiar sus costumbres y tradiciones, en este caso, hasta donde alcanza la memoria histórica a corto plazo, es decir, la que vivimos. Aunque esto podría ser un error mayúsculo, porque la memoria histórica no comienza allá donde nuestra propia mente alcanza recordar, entendiendo incluso la que recuerdan nuestros padres, sino que se remonta mucho más allá, en este caso a finales del siglo XIX. La verdadera tradición histórica desembocaría realmente en el uso del nombre con el que nació, y que fue arrebatada a los sevillistas que lo llevaban a orgullo en la época en el que sufrieron el mazazo. Es una cuestión de comprensión antropológica.

Algunos esgrimen razones del uso del español en nuestro nombre, y en realidad, aplicándolas, no deberíamos llamarlo Sevilla Fútbol Club, sino Sociedad de Balompié de Sevilla en ese caso, si bien, Balompié, es una voz francófona, lo correcto sería Bolapié o Pelotapié. Aunque igualmente en puridad podría llamarse Sociedad de Esferomaquia de Sevilla, palabra diseñada ad hoc por Azorín con poco éxito allá a principios del siglo XX como alternativa a «football», y por supuesto sin usar la fórmula anglófona de anteponer el sustantivo premodificando a otro sustantivo, tal y como hacemos hoy día.

Otros apuntan a cierta reticencia al idioma inglés, máxime en estos días de Gibraltar y Brexit, y quizá renuncien a palabras como ticket, tablet, chat, vídeo, footing, y otras tantas, pero fueron los británicos, (escoceses concretamente) los que dieron a luz al equipo sevillista, y lo que es más interesante, fueron precisamente los sevillistas, como casi siempre en muchas de las innovaciones del fútbol patrio, el motivo propicio para el debate de una alternativa españolizada a «football» a nivel nacional, ya que el naciente equipo bético en la primera década del pasado siglo, se dirigió a Mariano de Cavia, eminente componente de la Real Academia de la Lengua, para que la rivalidad frente el Sevilla Football Club ocupase todos los niveles, incluso el lingüístico.

«...un grupo de jóvenes amables que se disponen a organizar una nueva sociedad de foot-ball, desean darle un nombre español, y no acertando con él, me hacen la merced de apelar a mis cortas luces, porque ellos tienen por intraducible el vocablo inglés como se denomina a este deporte...» (1 de agosto de 1908 – El Imparcial)

No era tan solo una cuestión de nomenclatura, era incluso una cuestión de estatus social, formas diferentes de entender la sociedad y el deporte. El «Football» frente al «Balompié» entrañan una rivalidad desde sus inicios. Una ideología cosmopolita, universal y regeneracionista, frente a la actitud patriótica y el localismo nacional, cuasi a defensa militar numantina.

También hay quien opina, como razón en contra a considerar, que el mestizaje y la simbiosis de culturas es nuestra seña de identidad igualmente, en la que la Historia no es una foto fija, sino una constante evolución. Una razón a tener en cuenta a la hora de decidir quedarnos con el nombre tal cual.

Pero para los que esgrimen las razones a favor, necesitan explicar muy bien la conveniencia y las bondades de la reivindicación de la recuperación del nombre original. Clubes como, por ejemplo, la Juve, comprenden perfectamente esto, pues todos sabemos que su nombre es Juventus Football Club, por no hablar del Genoa Cricket and Football Club, sin perder un ápice de su «italianidad». Igualmente vemos otros clubes extranjeros como el Portugués Sport Lisboa e Benfica.

A los nombrados Racing, Athletic, Sporting, etc. sumaría el Sevilla ser el único club de España con el apellido «Football», lo que aportaría una seña de identidad única e internacional añadida, y la imagen de un club que cuida y rinde homenaje a su Historia, imponiendo el peso de la misma ante los rivales. No solo es el nombre, es lo que conlleva, es decir, lo cosmopolita y lo universal, unido al nombre de la ciudad, tal y como idearon nuestros ancestros, en una etapa de actuaciones internacionales blanquirrojas en Europa y en el mundo. Es una singularidad.

Igualmente supondría la corrección de la aplicación de una fórmula inglesa aplicada a vocablos españoles, cuya pronunciación es idéntica [ˈfuðβol’].

Denominarse Sevilla Football Club, complementa y confirma, al igual que el Genoa en Italia, que el club sevillista es una de las dos sociedades más antiguas del panorama futbolístico español. No deja de ser curioso cómo con la recuperación de la esencia de la que hablamos, adquiriendo todo aquello perdido en otros momentos, el club sevillista rezuma tintes de equipo grande, imponiendo, entre otras cosas más evidentes, el peso de su historia, como se ha demostrado en los últimos años.

Hay razones a favor y en contra, todas muy válidas, para afrontar lo que algunos entienden como la única asignatura pendiente histórica que el club blanquirrojo debe pensar si aprobar o rechazar, y con la que terminar por rendir homenaje a nuestros ancestros ¿Ha llegado quizás el momento de este debate entre el sevillismo?