¿Qué será más perjudicial para el planeta, el delegado de Educación en Huelva, Vicente Zarza, o que los niños de esa provincia se mueran de calor en los colegios? Los niños son el futuro, y más en un país con un grave problema demográfico como es España, y este señor es el pasado si piensa que la solución para salvar a la atmósfera es dejar los colegios sin aire acondicionado. Claro que es caro y perjudicial para la atmósfera y la salud de las personas y que habría que buscar otras soluciones más acordes con el siglo XXI, pero mientras no se encuentren resulta llamativo que haya ese interés por el planeta por parte de este señor, que tendrá fresquito artificial en su despacho y en su coche oficial. Salvo que tanto su despacho como el coche sean bioclimáticos, que pudiera ser.
Llevo tres semanas sin aire acondicionado en casa para salvar un nido de golondrinas y aún no me ha entrado la cuca. En casa hay dos aparatos, uno en el salón y otro en el dormitorio, que conecto solo en momentos de mucho calor. Todavía no lo he hecho este año y seguramente no lo haré, entre otras cosas porque mi casa es de nueva construcción y, sin ser una vivienda bioclimática, tiene buenas ventanas, un buen toldo en el patio y los techos muy altos. Después de haberme criado en una casa con el techo de uralita, sin aire acondicionado ni ventilador, esta morada de ahora es una maravilla y lo suficientemente grande como para almacenar el fresquito natural de la noche para utilizarlo durante el día. Es tan sencillo como abrir las ventanas de madrugada y cerrarlas cuando el sol de la mañana empieza a calentar, y es una fórmula tan vieja como la humanidad.
Ahora se habla mucho de las construcciones bioclimáticas y puede parecernos que es un invento de nuestro tiempo, pero no lo es. En Andalucía, una región castigada por el sol, existen todavía viviendas en muchos pueblos en las que no hace falta aire artificial porque se hicieron con muros gruesos que luego se encalaban. O sea, se construía teniendo en cuenta el clima de cada zona y los tejados orientados al sur en el hemisferio Norte con la idea de aprovechar la inclinación del sol. Se trata, en suma, de conocer bien las condiciones de cada terreno y construir con inteligencia, porque la naturaleza puede ser nuestra mejor alidada.
Vivo en un pueblo y cada día veo menos eso de sentarse de noche en la puerta de la casa a tomar el fresquito en verano, a la espera de que la vivienda se refresque de manera natural antes de ir a dormir. Muchos prefieren estar tumbados en el salón con la máquina del aire acondicionado y la televisión enchufadas, a salirse a la calle, al patio o subirse a la azotea. Lo de sentarse en la puerta de casa es un problema desde hace años porque en cada calle hay decenas de aparatos echando aire caliente. Según estudios muy rigurosos, esto hace que en una ciudad como Sevilla suba la temperatura tres o cuatro grados por encima de lo normal, lo que ha contribuido al cambio climático por las emisiones de CO2. Y los cambios climáticos de otras épocas, ¿por qué se producían? ¿Por qué se secaba el Guadalquivir en verano, en tiempos de Alfonso X el Sabio, hace nueve siglos? Porque llovía poco y hacía un calor tremendo. Es decir, que esto no es nada nuevo, aunque sea noticia todos los días.
Coges un taxi y el taxista no tiene otro tema de conversación que el calor. «Vaya nochecita, amigo», te dice, como si tú vinieras del Polo Norte. Naturalmente, lleva puesto el aire acondicionado, aunque sean las diez de la mañana. Si eres tú el que le sacas el tema, siempre tiene una comparación graciosa: «Más caló que follando en un pajá», con lo que te sube la temperatura todavía más, sobre todo si tu vida sexual es una mierda. No en una bañera o debajo de la frondosa parra del patio, sino en un pajar. Que por cierto, el pajar se utilizaba antiguamente como aislante del frío y el calor, colocado estratégicamente debajo o encima de las viviendas, pero, claro, esto no lo sabe el taxista, quien solo relaciona el granero con la fornicación furtiva.
¿Alguna vez ha visto en alguna película del oeste a un pistolero quejarse del calor o en mangas cortas? A Clint Eastwood, por ejemplo. El tío andaba por el desierto de Almería con un poncho, porque era una forma de evitar precisamente el calor. Bien, pues aquí, en Sevilla, nos desnudamos para luchar contra el calor y pelamos a los perros de pelo largo cuando llega el verano, sin saber que aguantan más el calor que los de pelo corto, porque solo sudan por las pezuñas. Nos duchamos con agua fría, cuando está demostrado científicamente que es el agua caliente la que abre los poros de nuestra piel y, por tanto, nos refresca más cuando salimos de la ducha y entramos en contacto con el aire natural, por el contraste térmico.
Nunca habrán visto a dos esquimales canadienses hablar del frío, ¿verdad? De hecho, duermen completamente desnudos en sus casas de hielo, porque la nieve es un aislante natural y fuera están a cuarenta grados bajo cero. Y hacen mucho el amor para calentarse. A diferencia del taxista andaluz de Córdoba o Sevilla, nunca dirán que hace más calor que haciendo el amor en un iglú. Es que no me los imagino hablando todos los días del frío, como aquí lo hacemos del calor, que da miedo salir a la calle porque siempre hay alguien esperándote en la puerta de casa, el bar o la farmacia para recordarte, ¡oh, sorpresa!, que anoche su casa era un horno, como si le debieras algo y quisiera torturarte.
Pues no, señor Zarza, el planeta no se salva negándoles a los niños la climatización en los colegios donde se preparan para dirigir algún día el país. Siempre es bueno que haya niños. Hacen falta políticas medioambientales y hacen falta ya, que vamos tarde. Buenos colegios y no aulas prefabricadas o caracolas. En Andalucía hay niños que siempre han estudiado en caracolas, mientras ustedes, los políticos, siguen ocupando cada día más edificios históricos o modernas construcciones diseñadas para estar a gustito tanto en verano como en invierno. Incluso con aparcamientos protegidos del calor, como hemos visto estos días en el Parlamento de Andalucía. Que aquí, el más tonto hace un reloj.