Siempre les quedará París

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01 ago 2015 / 18:59 h - Actualizado: 01 ago 2015 / 19:00 h.
"José Ignacio Wert"

Habrá algo más relajante para empezar las vacaciones que saber que el amor siempre triunfa, que por encima de otros intereses, de otras servidumbres o de cualquier otra cuestión, es el amor el que termina por imponerse? Saber que esto es así nos hincha el alma de esperanza y nos permite dejar nuestros quehaceres diarios con la tranquilidad de que, ocurra lo que ocurra, seguirá siendo el amor, el verdadero amor, el paradigma desde el cual todo se resuelve, la razón última de todo aquello que nos pasa.

Saberlo es bueno, pero que además el Consejo de Ministros lo declare por Decreto, es una cosa tan grande como para dejar todas las preocupaciones a un lado y empezar a disfrutar a pulmón lleno de unos días de descanso desde el primer instante. Pasaba así en los cuentos de príncipes y princesas que conformaron nuestra educación sentimental, pasa ahora también en la vida real. ¿Por qué no lo anunciaste en tu rueda de prensa, presidente Rajoy, por qué nos ocultaste el her-moso final? Nos dejaste deliberadamente el cuento sin su final más apoteósico, ¡con lo bien que hubiese quedado! Tras decirnos que todo va sobre ruedas, que hemos pasado lo peor, que nos adentramos en un círculo virtuoso de la economía, omitiste contarnos que Wert se iba a París, que el exministro va camino de reencontrarse con su ex secretaria de Estado. Amor salvado por Decreto, demostrando que eres la cabeza de un Gobierno que está en las cosas que de verdad importan, y que evita con ello que la distancia sea causa del olvido. Ayer, presidente, les hiciste un regalo de bodas como jamás se ha visto: pisito de 500 metros cuadrados en una de las mejores avenidas de París, un sueldo para que siempre haya rosas frescas y champán burbujeante y estatus de embajador ante la misma sede en la que ella trabaja. El amor, ¡cómo negarse! Si todo lo que no seas tú y tu partido es el caos, es por la sencilla razón de que vosotros sois los guardianes de los sentimientos más puros, de las pasiones más hermosas.

A Wert y Gomendio no los pillaron en una puerta giratoria. Participaban en la ruleta de la fortuna y fueron alcanzados por la varita del amor. Desde ayer, vía Decreto, siempre les quedará París, pero no como a Bogart y la Bergman del amor sufrientes, sino con todo dispuesto para disfrutarlo a la bon vivant. ¡Tócala otra vez, Sam, tócala, qué siga girando!