Siente y deja sentir

17 mar 2016 / 18:00 h - Actualizado: 17 mar 2016 / 21:53 h.
"Semana Santa 2016"

Llega la semana que con más intensidad se vive en Sevilla, esa en la que el tiempo se detiene y sólo parecen contar los segundos a golpe de llamador o por los minutos eternos de una revirá a los solemnes acordes de Amarguras. La semana donde el azahar cede su lugar al incienso en sus mil aromas, tan característicos como propios de cada hermandad. La semana en la que no hay ni día ni noche sino la luz de un cirio que acompaña a su titular por las calles de una ciudad eterna llamada Sevilla.

Es la semana de la tradición, de tomar la torrija, el pestiño o de volver a ese lugar donde sólo vamos una vez al año para ver pasar, entre una cortina de humo devocional, a Santa Marta o al Gran Poder. La semana en la que las madres se afanan por tener todo a punto –como recuerdo ahora a mi madre– para que sus hijos puedan hacer el recorrido con sus titulares de la forma más recogida, fervorosa y devota de la que es posible el ser humano en su humildad. Túnicas en las perchas, de las barras de las cortinas, para que ni una arruga se forme. Colas en Alcaicería o en José Gestoso para hacerse un capirote, antifaces que ponen la nota de color entre aquellos que se sientan en la silla y aquellos que salen con su acartonado elemento bajo el brazo sabiendo que ya no le falta un detalle.

La semana en la que Sevilla vive como pocas la Pasión, Muerte y Resurrección del Maestro de Galilea, de Jesús de Nazaret, el más misterioso, conocido y desconocido de los hombres. La semana en la que lejos de la fiesta, de las procesiones, del fervor, debe primar la reflexión y la oración interior.

Sevilla debe ser un nuevo ejemplo de convivencia alejando, de una vez, espectáculos tan lamentables como las carreritas que desarman filas de nazarenos o esperpentos como la Madrugá del 2000, de infausto recuerdo. Vive y deja vivir, siente y deja sentir.