Solidaridad y opresión

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06 mar 2017 / 22:55 h - Actualizado: 06 mar 2017 / 22:10 h.
"Hispalíneas"

Si el último mensaje de Maloma -secuestrada en Tinduf y que ahora dice que se casa allí «porque quiere»- ha sido emitido bajo coacción, eso es grave; pero lo sería aun mucho más si lo hubiera dicho libremente porque, entonces, estaríamos ante la cruda moraleja de Dos cabalgan juntos, de John Ford: el chico raptado por los comanches queda incapacitado para la civilización. Si Maloma actua libremente, lo raro no es que haya encontrado a alguien del que enamorarse -eso pasa aquí todos los días- sino que ese cambio sentimental significa algo así como la llamada de la selva (o del sesierto) una vuelta al ancestralismo tan fuerte que impide comunicarlo al novio anterior e, incluso, invitar a la boda a sus padres adoptivos.

Ello justificaría la xenófobia que recorre Europa y, por eso, es mejor pensar que estamos ante un episodio más de su inhumana prisión. Pero ahí surge otra pregunta: ¿los hermanos de Maloma que la raptaron y otros jóvenes de su círculo habían vivido con familias españolas? Porque si acoger a miles de niños sólo sirve para alimentarlos sin, al mismo tiempo, educarlos en los Derechos Humanos, entonces estamos propiciando la vuelta al ancestralismo. Ahora ya no se trata de pedir la liberación de Maloma sino de que los gobiernos español y andaluz y, principalmente, las familias que, año tras año, acogen a niños saharauis quienes digan que acogida y secuestro son términos contradictorios. Ni la solidaridad puede ser base de costumbres atávicas ni puede pedirla en nombre de un pueblo oprimido el que oprime a otros. Así de claro.