De los 484 nombramientos que ha ejecutado Pedro Sánchez para gobernar los altos cargos de ministerios, organismos y empresas públicas, sustituyendo a la cúpula de la Administración Rajoy, uno de los mejor fundamentados es el de Pere Navarro para que vuelva a estar al frente de la Dirección General de Tráfico. Como buscar una aguja en un pajar es hallar en el currículo de las otras 483 personas elegidas una experiencia de gestión tan beneficiosa para la gobernanza nacional como la de Pere Navarro en la DGT de 2004 a 2012. Aceleró la reducción de la siniestralidad en carreteras y núcleos urbanos, disminuyó un 55% el número de víctimas mortales. Una de las claves para ello fue introducir en la normativa de conducción el carné por puntos. El mejor acicate para educar las costumbres en España desde que se promulgó la prohibición de fumar en centros de trabajo, edificios públicos y bares.
Ahora Pere Navarro ha de liderar desde la DGT una segunda ofensiva para achicar espacios a las inercias que causan muertes y heridos. El balance de los últimos años, desde 2015, acredita que aumenta otra vez la cifra de víctimas, especialmente por atropellos a peatones, ciclistas y motoristas. Aunque en el primer semestre de 2018 se han registrado 11 fallecidos menos que en el mismo periodo de 2017, sería temerario un exceso de confianza. Porque toca enfrentarse con una nueva costumbre que solo emergía durante la época del primer mandato de Pere Navarro. La adicción al teléfono móvil. Lo ha dicho a finales del pasado mes de julio el Fiscal de Seguridad Vial, Bartolomé Vargas: se están cometiendo más infracciones por la excesiva fijación con los móviles dentro de los coches. No solo llamadas, también los mensajes. Por la falta de criterio para marcarse límites y pausas en la adictiva instantaneidad de las comunicaciones. Cada vez más se incurre en ello por doquier. En un cine puede incomodar a algunos espectadores. Pero en un bulevar o en una carretera pone en riesgo varias vidas, la suya también.
La configuración del carné por puntos para penalizar dio en la diana porque focalizó bien los pecados capitales en la seguridad vial de los españoles a comienzos del siglo XXI. Ahora somos la España que Francisco de Quevedo definiría como ‘Érase un país a un móvil pegado’. Y llegan a la mayoría de edad generaciones de adolescentes a quienes los adultos hemos malacostumbrado a tener durante la mayor parte del día y de la noche el ‘smartphone’ como el horizonte de su mente, el volante de sus manos y el reflejo de su mirada. Consideran que no pueden dejar de responder un mensaje a los poquísimos segundos de aparecer en su pantalla. ¿Serán capaces de deshabituarse cuando circulen como automovilistas, motoristas, ciclistas y peatones?
Urge afrontar todas las vertientes de este peligroso fenómeno. Tanto en las pantallas informativas como en las señalizaciones, y en el carné por puntos, y en los procedimientos de investigación de los siniestros para determinar las responsabilidades. Porque me temo que en muchos accidentes no van a fallar los frenos del vehículo sino la falta de freno a esta adicción. Y la causa de la colisión no va a a ser el exceso de velocidad en el cuentakilómetros sino el exceso de velocidad para seguir comunicándose a través del móvil cualquier asunto que carece de urgencia.