Si hay algo que no se le puede negar a Susana Díaz es su amor al partido, que le lleva a veces a poner en riesgo su propia carrera política, como ahora, con querer disputarles a Patxi López y a Pedro Sánchez la secretaría nacional en unas primarias. Entiendo que en su decisión habrá pesado bastante el hecho de frenar a Pedrito, que tiene más peligro que un cable pelado y al que le importa más su futuro que el de unas siglas históricas en riesgo de fractura irreversible, aunque ya arrastra alguna que otra con muy mala soldadura. Las encuestas no le favorecen a la presidenta andaluza, pero la casta de un candidato –candidata, en este caso–, se ve sobre todo en las adversidades y ella ha demostrado que sabe fajarse con el contrario a pesar de tener tantas cosas en contra, como el desempleo y la corrupción. Con tres candidatos a la secretaría general del partido y cada uno de su padre y de su madre, volarán los garrotes y aparecerán los machetazos traperos, ensuciando aún más lo que ya chorrea mugre. Susana Díaz es buena jugadora de club, a ver cómo se le da jugar fuera de su casa.