Es curioso. Casi nadie lee obras de teatro y, sin embargo, el sainete catalán le ha interesado a todo el mundo. Una pena. Porque lo que escribieron, por ejemplo, Shakespeare, Lope de Vega o García Lorca, merece la pena y tratan la verdad de la realidad. Desde la ficción, pero la verdad. Sin embargo, el sainete catalán es una enorme mentira creada por unos políticos fantoches e iletrados.
Si alguien quiere saber algo sobre las pasiones humanas, sobre los sentimientos más ruines o más inmaculados, sobre las apetencias sexuales de las que huimos para parecer menos salvajes de lo que somos; si alguien quiere acercarse a la realidad con posibilidades de enterarse de algo, no tiene más remedio que hacerlo a través de la ficción. De una obra de teatro, de una novela o de un libro de poemas.
La sociedad actual demanda alboroto, casquería, dramas explosivos y maneras de entender la realidad que vayan de lo absurdo a lo cochambroso. Lo normal no vende nada. Pero lo más preocupante es que lo que interesa son las estupideces, lo que no nos obliga a pensar, lo que nos aporta posibilidad de discutir en la taberna o durante la comida cuando nos visitan los cuñados a los que queremos humillar demostrándoles que sabemos más que ellos de política o de lo que sea (esto significa que repetimos con más gracia lo que escuchamos en la radio). La sociedad actual es más inculta, más cateta y más peligrosa.
El día que descubramos lo que somos será tarde. Y un manto, fabricado de desdicha irreparable e imposible de eliminar, estará cubriendo hasta el último rincón de las tabernas y de las mesas de comedor.