Allez hop! ¡Titiritero, allez hop! de feria en feria. Siempre risueño, canta sus sueños y sus miserias. Joan Manuel Serrat.
Titiritero en la política, siempre risueño, canta sus sueños de prensa en prensa. Asistimos a la feria del pacto que nunca llega. Ellos, Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias representan los guiñoles de la ironía y la promesa fácil que miran a un pueblo situado en la platea lejana, oscura, sin movimiento, sin reacción. Ellos, los títeres de la política, están entregados desde el pasado 20 de diciembre a la representación popular y en ocasiones infantil. Que solo entretiene.
El político, como el muñeco del titiritero, de madera y plástico, cobra vida gracias al esfuerzo humano, al reconocimiento del voto, para convertirse después en un personaje dentro de una trama, de una función a veces dramática, pero la más pública, que debería ser –seguro– la más decente. Y no lo es. Los líderes de los partidos españoles están hoy entre bambalinas y no salen al ruedo; se bambalean en argumentos y donde dije digo, dije Diego, o sea, nada porque todo son contradicciones. No son capaces.
Es de aquella raza, que de plaza en plaza, nos canta su pena... Nos cuenta el político español su historia y nos convence con sus sueños de gobierno, en el parlamento y en la calle. Y su guion divierte y entristece a un público deseoso de calidad y futuro, cansado de la España titiritera de argumento fácil y divertido, blando y de regate corto, como las historias de plaza, en las que el títere descubierto, gandul y pendejo, se esconde bajo el escenario. A ver si empieza la función.