Que la democracia está viva, con sus aciertos y errores, vergüenzas y desvergüenzas, lo demuestra el hecho de que vivamos la política con la intensidad que lo hacemos y, sobre todo, que sigamos yendo a votar con la panda de ladrones que hay en la mayoría de los partidos y la de veces que nos han engañado ya en estas últimas cuatro décadas, por no hablar de traiciones al pueblo y otras cosas. Los españoles podemos con todo y nos va la marcha. La paliza que nos van a dar en los próximos dos meses va a ser de aúpa, sobre todo en las redes sociales, donde se sale cada día a la caza del fascista, el franquista, el machista, la feminista y el comunista.
Se ha abierto la veda para insultar, perseguir y linchar a todo bicho viviente, y los primeros que se han puesto la canana en la cintura son algunos dirigentes políticos, especialmente de la derecha. Hay que ver cómo está Pablo Casado, rabioso como un perro y tan convencido de que va a ganar las elecciones, que ya se ve en la Moncloa apoyado por Abascal y Rivera. También Irene Montero, y me parece bien. El político busca el poder y el que no lo hace no es político. Pero estar siempre en campaña electoral y con tanto protagonismo en los medios de comunicación es agotador y quema a cualquiera. Incluso hemos convertido en espectáculo de variedades las tertulias políticas.
Es extraño que a nadie se le haya ocurrido organizar giras por los teatros españoles con tertulianos y tertulianas como Paco Marhuenda, Eduardo Inda, Jesús Maraña, Javier Sardá o Nativel Preciado. Manolo Caracol y Lola Flores no eran nadie al lado de estos servidores de la opinión patria que llenarían los teatros sin ninguna duda desde Ayamonte a Barcelona y desde el Cabo de Gata hasta Oviedo. Yo les pondría camisetas para distinguirlos de bandos o bandas, aunque no dejan dudas de a quiénes defienden o protegen cada uno.
El negocio de la opinión política es lucrativo para los medios y los politólogos, y no decae. Conste que soy el primero que sigue estas tertulias y que me irrito con Inda o Marhuenda, pero es un enganche que voy controlando desde que vivo en el campo y lo veo todo de manera diferente. Solo enciendo la televisión cuando llega la noche y últimamente no sintonizo nada más que canales de películas, aunque estén ya más quemadas que las pistolas de El Coyote.
Si todo esto sirve para que no se pare el motor de la democracia, vale. Nos esperan dos meses de locos, de promesas, descalificaciones entre los unos y los otros, mentiras, mensajes nada novedosos y ataques de todos los colores. Todo sea por la democracia. ¡Socorro!