Se ha liado parda en Twitter con un tuit de la cuenta oficial de Río 2016 que decía: «Suena el himno paralímpico. Todos de pie». Más allá de la literalidad de la frase, comparto su espíritu al cien por cien.
Y es que si ellos (algunos) no pueden ponerse de pie, es el resto del mundo el que tiene que hacerlo. No tengo palabras para describir la admiración que siento por estos atletas. Son dioses, no del Olimpo, sino del Paralimpo. Superar una discapacidad en la vida cotidiana ya tiene mérito, pero ser capaz de ir mucho más allá y demostrarle al mundo que el que no puede es porque no quiere es para quitarse el sombrero.
En estos Juegos Paralímpicos he visto a tenistas de mesa sin brazos jugando (y ganando) con la pala en la boca. He visto a un indio con solo un pie saltando tan solo ocho centímetros menos que Ruth Beitia en salto de altura. He visto una carrera de ¿discapacitados? en 1.500 metros, donde cualquiera de los cuatro primeros clasificados hubiera sido Oro Olímpico en los Juegos sin discapacidad. He visto a Alex Zanardi, ex piloto de F-1, ganar el oro olímpico el mismo día, 15 años antes, de perder las dos piernas en un accidente. Y la nadadora Teresa Perales acumula 23 medallas.
Y con todas estas historias, hay periódicos deportivos que abren portada con Cristiano Ronaldo feliz, con una peluca, en una barbacoa del Madrid. Muero. Estos atletas, son muy, pero que muy grandes. Y sí, nos tenemos que poner de pie cuando suena el himno paralímpico. Hombre, por favor. Faltaría más.