En la víspera del Día de Andalucía no está de más una reflexión realista, a pie de calle, sobre cómo hacer patria, defender lo nuestro, construir una marca potente de un territorio tan bueno como el nuestro y todo ello, sin caer en el provincianismo o en el nacionalismo. Construir Andalucía debe ser una tarea cotidiana y no sólo de un día al año. Comprar andaluz es la gran herramienta que tenemos en nuestras manos para trabajar por nuestra tierra a diario. Hay que comprar productos andaluces porque somos los primeros favorecidos por esa decisión: nosotros, nuestra familia, nuestros amigos, nuestro entorno local, provincial y regional. Por ecología y sostenibilidad hay que buscar lo que se produce más cerca del lugar de residencia.
Andalucía es una verdadera potencia en producción agroalimentaria por lo que no hay excusas para llenar la cesta de la compra diaria con lo que se cultiva aquí. Tenemos de todo, frutas, verduras, legumbres, aceites, carnes y pescados... Pero no es fácil hacer un menú cien por cien andaluz, porque para hacer una compra responsable hay que dedicarle tiempo y no ir con el piloto automático ya sea en la tienda de la esquina, en el supermercado del barrio o en la gran superficie de las afueras. Hay que preguntar por el origen de los tomates, las patatas o los pimientos que compramos a granel y que nos despachan en el puesto del mercado de abastos.
Si navegamos por los lineales del supermercado hay que leerse las etiquetas y buscar la procedencia y saber que, por ejemplo, la mayoría de los frutos tropicales a la venta vienen ya de Málaga y Granada. A la hora de tapear en bares y restaurantes hay que preguntar por los vinos de la provincia y de Andalucía, ya está bien de pedir un tinto y oír «¿Rioja o Ribera?». No basta con decir: dos cañas, hay que señalar la marca y preguntar por las cervezas artesanas, que las hay ya de cada pueblo. Hay que pensar globalmente y actuar localmente, pensar en verde y comprar andaluz.