Desde la primera semana y cada día que pasa, un poco más. Me cuesta escribir eso que en periodismo se denomina opinión. Prefiero contarles a ustedes algún sucedido, mío o de otros, inventado o real, algo en lo que se reconozcan, que evoque un recuerdo o motive una reflexión.
Esta semana he tenido el pensamiento parcialmente ocupado en la toma de una decisión y, a falta de uno, he escrito dos artículos, las caras opuestas de una misma realidad. Me explicaré. He presentado una solicitud junto con mi currículum para optar por un nuevo destino en mi trabajo. Mientras escribo esto desconozco qué sucederá, pero cuando ustedes lo lean sabré ya que me lo han concedido. Este es, por tanto, el texto a publicar si la respuesta es sí. Creo que ganaré un poquito más, y eso, teniendo hijos en edad de estudiar, siempre viene bien.
Sin embargo, no es este el motivo principal. Allí donde voy hay mucho más trabajo y sin duda mayor responsabilidad. Tendré que estudiar, refrescar ciertas habilidades del oficio que tengo algo oxidadas y volver a la arena.
Y entonces, ¿por qué me voy? Habrá quien no lo entienda, y es respetable, pero no sirve de gran cosa juzgar las preferencias de los demás, menos aún si se hace a partir de las propias. Creo que serviré mejor a la institución para la que trabajo allí donde voy porque mis funciones tendrán que ver con mi especialización. Además, estaré entre compañeros con los que tengo muy buen trato. Espero, por tanto, ser más útil y más feliz.
Hice algunos muy buenos amigos en mi última ocupación. Públicamente les agradezco su afecto y generosidad. Nos veremos a menudo; en distancia física, apenas serán cien metros.