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Trabajo con gusto no pica

Un empleado de una cadena de supermercados en Barcelona, despedido por trabajar más de la cuenta. La condena bíblica de trabajar se está complicando demasiado

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28 oct 2017 / 17:51 h - Actualizado: 28 oct 2017 / 20:33 h.
  • Trabajo con gusto no pica

Las claves de la relación de una persona con su trabajo son un enigma para mí. Cada cual se enfrenta a la obligación de trabajar como dios le da a entender, léase como quiere, como sabe o como buenamente puede. He conocido tipos que bendecían su suerte por tener un trabajo medianamente en condiciones y se sentían orgullosos de hacer esto o aquello. Y también he lidiado con otros que acudían al trabajo más que nada a molestar: siempre quejándose, cuestionando permanentemente las decisiones y órdenes de sus superiores y malmetiendo en las relaciones con sus compañeros. Estos van a trabajar no digo ya a desgana, sino enfadados por ello. Por regla general, los primeros hacen mejor su trabajo que los segundos, salvo curiosas excepciones.

Todo esto que digo les aseguro que nada tiene que ver con la cualificación profesional: desde el primero hasta el último nivel del escalafón encontramos quienes presentan buena o malísima disposición a hacer su trabajo con gusto. Supongo que en el ámbito laboral unos y otros simplemente proyectan su personalidad exactamente igual que en todas las demás facetas de su vida, es decir, que cuando no están en el trabajo y van al gimnasio, por ejemplo, no todos se enfrentan al ejercicio con la misma actitud.

Actitud. Es una palabra muy de moda. Y actitud proactiva, todavía más. Eso diría yo que tiene el empleado ése de la cadena de supermercados Lidl que ha sido despedido en Barcelona por trabajar más de la cuenta. El hombre llegaba normalmente una hora antes de lo exigido para ir quitándose trabajo en la tienda antes de la apertura al público. La carta de despido dice textualmente que «realizaba pedidos, cambiaba precios y reponía palés enteros de artículos» sin haber fichado siquiera, cosa que hacía puntualmente a la hora requerida.

Despedido por eso. Porque según las normas de la empresa, cada minuto que se trabaja se cobra y cada minuto debe quedar registrado. El hombre, que era el gerente del establecimiento, ha llevado a la empresa a los tribunales y pide ser readmitido, alegando que nunca antes se le había advertido de que estaba incumpliendo el reglamento ni se le había sancionado por ello, aunque naturalmente sí se le presionaba para que alcanzara los objetivos de ventas.

Confieso que, como tardona contumaz, no me gustan nada las personas que llegan a una cita antes de la hora acordada, que digo yo que tan impuntuales son como los que llegan después. Ahora bien, trabajar más horas de la cuenta para ir más relajado es una práctica bastante habitual en la empresa española, que desde nunca se ha distinguido por sus niveles de productividad. Ese señor que concienzudamente «se quitaba trabajo de en medio» para llevarlo todo más adelantado desde luego no merece un despido, sino un homenaje. Claro que las normas son las normas. Y además, que tan insólita actitud lo que ha podido despertar es la desconfianza de la empresa, que no se habrá visto en otra en toda su historia.

De acuerdo que el trabajo es un castigo de dios, pero la dichosa condena bíblica está alcanzando tal grado de retorcimiento que incluso hay quien defiende que hay que hallar placer en el trabajo. Pues ojo, que este placer puede ser pecado, miren al señor del Lidl si no.