Soy de un pueblo aceitunero, Arahal, que sus olivos son la base de la economía local. Es líder mundial de la aceituna de mesa, el mayor productor. Hasta donde sé, mis tatarabuelos ya eran aceituneros, personas que vivían fundamentalmente del campo y sus olivos. Con la aplicación de los aranceles, adiós al importante mercado estadounidense. Cuando voy al pueblo y veo esos mares de olivos que llegan hasta los términos de Utrera, Morón, Carmona, Alcalá o Paradas, algunos sembrados por mis antepasados, y luego veo las tabernas llenas de parados, me pregunto qué no estamos haciendo bien. Siempre se le puede echar la culpa a Trump, como ha hecho la presidenta andaluza, pero llevo viendo aceituneros desde finales de los años cincuenta y nada más que he visto miseria, labriegos mal pagados y latifundistas forrados. Pero hace seis décadas se podía sacar un jornal con veinticinco kilos de manzanilla y ahora hay que coger más de doscientos si quieres poner la olla. ¿También tiene Trump la culpa de esto? Podríamos hacer lo mismo que él, mirar por lo nuestro. ~