Tsunami de caricias

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01 sep 2019 / 07:58 h - Actualizado: 29 ago 2019 / 14:06 h.
"WhatsApp"
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Aparentemente parecen conceptos contradictorios, ¿qué tendrá que ver un tsunami con unas caricias?, "¡si es más bien lo contrario!" -podrías pensar-, lo cierto es que no, porque la fuerza natural de la ternura tiene una potencia aún mayor a la del tsunami... Suena impactante: tsunami-de-caricias tanto como la vivencia de sus balsámicos efectos... Llevo unos días perfilando este concepto en mi mente (tsunami-de-caricias) porque he estado algo pachucha con un resfriado veraniego que me ha hecho relajar un poco mi actividad durante esta semana, en ese "relax obligatorio" me encontraba hace un par de tardes viendo un documental sobre las fuerzas de la naturaleza en el National Geographic, de repente salió la imagen de un tsunami: esa ola gigantesca que llega sin avisar y se lo puede llevar todo por delante... Me entró la tos, tenía los ojos vidriosos, los suministros de pañuelos iban disminuyendo, me puse el termómetro: 37,4ºC, destemplanza y flojera, todavía quedaban unas horas para el siguiente paracetamol... Suspiré y volví a mirar el documental del tsunami al tiempo que pensé: "¡qué bien me vendrían una buena dósis de mimos tan imponentes y poderosos como la ola gigante!" porque el CARIÑO (así escrito con mayúsculas) tiene la capacidad de llevarse por delante todos los males (tanto físicos como mentales), no por casualidad era el ingrediente principal de todas las recetas de la abuela...

Forma de tu vida...

¡Qué bonito lo decía Manuel Altolaguirre! El poeta más joven de La Generación del 27 afirmaba: "Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida" y es que el cariño, materializado en esas medicinales caricias, resulta ser, en muchas ocasiones, la llave de la memoria... Mis recuerdos se activaron al sentir a Atila (mi simpático cachorro de Pastor Alemán) haciéndome "la pedicura" mientras me daba algún que otro patazo, sonreí... Era su perruna manera de demostrarme su cariño al sentirme malita, Atila acaricia con sus travesuras y su nobleza, sí, es un perro, pero es un maestro emocional... Como te decía, esta espontánea muestra de afecto, activó los recuerdos de mi niñez, volví a sonreír... Cuando era niña y me enfermaba mi madre siempre estaba ahí para aliviarme, tanto con las medicinas tangibles (el antibiótico de turno, los calditos, el jarabe...) como con las intangibles (sus mimos, abrazos, sentido del humor...) ¡eso sí que era un tsunami de caricias en toda regla!

¡Como el mando de la TV!

Una vibración inesperada interrumpió mis pensamientos: era un whatsapp de mi chico, acababa de salir del trabajo y quería pasarse por mi casa para ver como estaba. Me hubiera encantado verlo y disfrutar de su maravilloso tsunami de caricias pero me temo que entonces le hubiese pegado el fenomenal resfriado que tenía. Le agradecí su intención pero le pedí que se esperase a que me recuperase, lo entendió, me envió un par de notas de audios y más tarde disfrutamos de una divertida videollamada, empecé a sentirme mejor... Es lo que tiene el tsunami de caricias, puedes beneficiarte de sus efectos incluso desde la distancia, ¡como el mando de la TV! consigues cambiar de canal sin tener que levantarte y tocar el aparato directamente, desde que existe el mando a distancia, creo que pocas personas se levantan a cambiar el canal... El tsunami de caricias tiene la asombrosa habilidad de conseguir que cambies de canal físico y emocional aún sin tocarte, basta con saber que está ahí...