Turismo de masas

Un tercio de la Humanidad se mueve continuamente por razones de turismo. El sector tiene que hacer un esfuerzo de adaptación a esta explosión turística si no quiere arriesgarse a morir de éxito

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05 ago 2017 / 21:05 h - Actualizado: 05 ago 2017 / 21:14 h.
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Desde que las vacaciones y el turismo en sus múltiples variedades se convirtieron en un objeto más de consumo y todo el mundo se convenció de que irse de la casa de uno es la llave de la felicidad cuando se tiene tiempo libre, se ve cada numerito que para mí que habría que replantearse el asunto con un poquito de sensatez. Esas estampas de las playas en las que no se encuentra un hueco para clavar la sombrilla, que son la antítesis de lo que se pudiera considerar un espacio de relax, deberían hacernos desistir de irnos de vacaciones, pero que va. Al contrario. De hecho usted llega tempranito y está solo en la playa, pero el primero que viene se le coloca al ladito mismo, en un gesto de aborregamiento que debe responder a los principios de la humanidad profunda o yo qué sé.

Pues bien, lo mismo que están las playas están las ciudades turísticas, los aeropuertos, los monumentos singulares aunque se encuentren a tomar por saco y los hoteles (de relax). He visto unos vídeos de esos que llaman virales de los clientes de algunos hoteles haciendo cola y echándose carreras por la mañana para coger ¡una tumbona junto a la piscina! ¡Una vergüenza ajena?! Si eso son vacaciones que venga el que las inventó y lo vea. Yo soy el hotelero y cierro.

La Organización Mundial del Turismo (OMT) es el organismo de las Naciones Unidas encargado de la promoción internacional de una actividad turística que sirva al desarrollo económico, sea accesible para todos y respetuosa con el medio ambiente. Pues anda que no lo tiene complicado la OMT. Según sus datos, revestidos de la máxima oficialidad, a mediados del siglo pasado unos 20 millones de personas viajaron fuera de sus países con fines turísticos. Para 2020 se prevé que sean 1.600 millones. Una cifra similar alcanzan los desplazamientos domésticos, es decir, dentro del país de origen. Teniendo en cuenta que la población mundial ronda los 7.500 millones de almas, pongámonos en que más de un tercio de la humanidad se mueve haciendo turismo. Ahí van incluidos los que se disputan la tumbona cada mañana porque les parece que merece la pena.

Según todos los indicios la cosa no va a mejorar, así que ya podrían ir haciéndose a la idea los de la CUP, los socios del independentismo catalán más o menos relacionados con el ataque a un autobús turístico en Barcelona, donde parece que hay quien no aguanta tanto visitante. Hombre, agobiante puede llegar a ser esa masificación turística, pero estos que se han erigido en defensores de la Ciudad Condal pinchando las ruedas del bus y haciendo pintadas son simplemente unos gamberros impresentables con muy poquita educación cívica. No es que no den ganas de dispersar con mangueras a los de las tumbonas, pero lo suyo es buscar soluciones más civilizadas. Una mejor planificación y una dotación de más y mejores servicios, mismamente.

Eso no nos va a librar de caer en la trampa del monumento que visitamos en plan marabunta como si asistiéramos a una romería, ni del hotel con más clientes que tumbonas, pero por algo habrá que empezar. Porque para los anfitriones el turismo puede ser una molestia, pero para los turistas está empezando a ser con frecuencia una gran decepción. Claro que siempre está la opción de quedarse en la casa de uno, que no sé yo por qué está tan mal visto ese pedazo de plan.

¡Ay, cuánto daño has hecho, Canal Viajar!