Actualmente la forma de consumir televisión se está modificando a una velocidad de vértigo. Plataformas como Netflix o HBO suman más del millón y medio de suscriptores, Movistar y el resto de televisiones de pago más de seis millones y las dos cadenas en abierto principales (Antena 3 y Telecinco) superan los 1.700 millones de euros en facturación publicitaria. Y esto solo en España.
Comprender por dónde va a ir cada jugador en un mercado global como es la televisión en sus múltiples acepciones: OTT, free, pay, etc. Es un puzzle de razones, datos e información. Saber por ejemplo que el más brillante de los jugadores, Netflix, es una compañía que tiene unas pérdidas millonarias. Que sus inversores son los grandes grupos financieros, gestores de fondos y que vende por debajo de sus costes operativos es comprender que el partido es a medio plazo.
Que la Disney al comprar Fox se queda con el 40 por ciento de la taquilla del cine en USA y una cantidad aproximada en España. Y que todas las variables son ahora posibles cuando la CFC (Comisión Federal de Comunicaciones) levantó la condición de la neutralidad de la red. Es decir, la posibilidad de penalizar a las grandes plataformas por el consumo masivo que realizan de las redes de comunicaciones desde los operadores de telecomunicaciones.
Ya vimos cómo hace un tiempo el gran operador español Telefónica realizaba la arriesgada apuesta de adquirir la plataforma Canal Plus para poder asegurar el cobro de los contenidos que circulan por sus redes de cable y datos.
Todo esto y algunos datos más nos obligan a repasar de qué hablamos realmente cuando hablamos de cambios en la TV y de forma específica en cómo y cuánto se consume.
La sociedad actual permite que los ciudadanos tengan un mayor tiempo libre para el ocio. Según los barómetros que permanentemente realiza el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), este tiempo se reparte entre estar con la familia o descansar. Si vemos el uso de las primeras actividades preferidas son pasear –vamos, tomarse una Cruzcampo– y ver la televisión que ocupa casi al 70 por ciento de los encuestados que, junto con leer, escuchar música o radio, navegar por internet –incluidas las redes sociales– son las prácticas más usuales. Es decir, actividades que tienen al hogar como centro de consumo.
Las prácticas deportivas, ir al cine o al teatro conforman un segundo grupo de actividades que solo son practicadas por la mitad –aproximadamente– de aquellos que estaban en el grupo anterior.
Si seguimos por este camino del uso masivo de ver TV en cualquiera de sus formas como principal actividad de ocio nos es extraño que el sector esté en un cambio radical y una segmentación cada vez más profunda. Algo tendría que hacer la sociedad pues de seguir así el único órgano que va a evolucionar es aquel que está donde la espalda pierde su nombre