Un beso en la boca

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27 may 2017 / 23:07 h - Actualizado: 27 may 2017 / 23:07 h.
"La trastienda hispalense"

En el año 1985, con prólogo de Gabriel Celaya y dibujos de Rafael Alberti, se editó una obra, dividida en dos volúmenes, en la que su autor, Fernando González Lucini, hacía una clara reivindicación en pro de los cantautores latinos, bajo el título de «Veinte años de canción en España» (1963–1983). En ella, el escritor presenta a Cantores de Híspalis, a través de las letras de sus canciones... Un grupo de jóvenes andaluces de Sevilla, creado en Salamanca en 1976, que cantaban a la solidaridad, a la opresión, a la injusticia, la represión, el exilio, la desigualdad, la pobreza, la lucha de clases, la marginación, la emigración, etc. En definitiva, a la realidad, por entonces, de su tierra Andalucía.

La entrada de la democracia me hizo colgar, como a otros cantautores, la rebeldía musical y poética que me caracterizaba y sevillanizar mis sentimientos, guisar mis emociones en cacerolas de sosiego y condimentar con diferentes salsas andaluzas el repertorio del grupo, en el que nunca faltó el especial ingrediente de Sevilla la costumbrista, la popular, la tradicional, la sabia y la universal.

Porque tú, Sevilla... Tú eres el secreto de mis creaciones; de mis ilusiones, tú eres ese duende que, sin saber cómo, siempre me sorprende con tu aroma, simplemente. Tú eres el hechizo de mi poesía; y de mi alegría, tú eres la sonrisa que, sin saber cómo, siempre me acaricia, parque y sueño, María Luisa. Tú eres ese palio con el que mi gente, cuando sube el puente, llora emocionada, tú eres la saeta de la voz quebrada, ya soy niño, mi Calzada. Tú eres el secreto de mi vieja casa; y de aquella plaza, tú eres la piola; de aquella calleja, tú eres la farola; y a tres bandas, carambola.

Porque tú, Sevilla... Tú eres el secreto de que esas campanas sean la ventana por donde entra el alba y la fantasía me duerma en su falda, pitonisa mi Giralda. Tú eres la gitana que me lee la mano y en el Altozano, me siento torero; y entre velas blancas, yo soy el barquero, solo eso, trianero. Tú eres el secreto de que siempre cante con ese talante de los de tu raza, mi agüela y mi madre se dieron las trazas de encenderme con tu brasa. Tú eres la espadaña de un viejo convento, tú eres firmamento donde siempre brilla la luz de mi pueblo, mi gente sencilla, sevillanos, de Sevilla.

Ahora, el propio Lucini me recuerda aquello que Joan Manuel Serrát vaticina cuando canta que «a veces la vida te da un beso en la boca»... Un beso como el que Sevilla me da a diario, en la esquina de una calle de la Calzá que huele a riadas del Tamarguillo, banderillas del «Lobito» y fandangos del «Sevillano»... Un beso con el que me va a colgar del cuello, su amor infinito... Un dulce beso de pasión... Un beso profundo lleno de vida... Gracias, Sevilla.