Un cirio especial

Image
07 abr 2017 / 08:50 h - Actualizado: 07 abr 2017 / 08:52 h.
"Cuaresma","Cuaresma 2017"

El sábado pasado participé en mi hermandad en uno de los acontecimientos más sobrecogedores y, a la vez, emotivos, de mi vida. Este acto, sin duda, podría suceder en cualquier otro lugar, pero tenía que ocurrir en una hermandad, una más de las treinta y una que llevan haciendo este mismo ritual desde hace ya casi una década, y me confirmó que la grandeza de nuestras hermandades no está en lo que enseñan ante el público ni en lo que las hace relumbrar, sino en lo que realizan de forma íntima y silente.

Ese día fuimos convocados para fundir en la candelería del paso de palio un cirio muy especial, y era especial no solo por su inusual decoración, sino también por su significado. Con ese cirio se pretende concienciar a todos de la necesidad de «dejar aquí lo que no nos va a servir en el cielo» –palabras que descaradamente le he robado al doctor Pérez Bernal–, para que den vida a personas tremendamente necesitadas de la generosidad ajena. Pero ese cirio quiere ser, además, un homenaje permanente a todos los donantes, generosos hasta el extremo, que al perder su vida o la de algún familiar han permitido que otros seres humanos puedan seguir viviendo gracias a la donación de sus órganos.

Durante el acto pudimos escuchar diferentes testimonios de personas receptoras de esos órganos, que se emocionaban al manifestar que nunca se cansarían de dar las gracias a los donantes y a sus familiares por haberles devuelto la vida. Pero el momento más impactante y abrumador lo produjo el desgarrador testimonio de una mujer, a la que un desgraciado accidente le arrebató a su hijo casi recién nacido, y cómo esa mujer, en medio de su profundo dolor, desbordaba alegría por saber que su hijo seguía vivo en el cuerpo de tres niñas a las que no conocía, ni conoce ni nunca conocerá. Ese era el único consuelo de su gran pena.

Tengo que confesar que sus palabras me conmovieron profundamente, y no solo por lo que contó, sino también por una frase que dijo y que creo que todos los cofrades deberíamos conocer: «Jesucristo fue el primer donante» al dar su vida por nosotros. ¡Qué gran verdad!

Por esta razón, quiero aprovechar esta oportunidad para animar, tanto a los cofrades como a quienes lean este texto, a que se hagan donantes de órganos y tejidos.

Ojalá que mis torpes palabras consigan remover la conciencia de alguien, del mismo modo que esa mujer removió la mía.