Un destino inevitable

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21 nov 2018 / 13:29 h - Actualizado: 21 nov 2018 / 13:33 h.
"Excelencia Literaria"
  • Un destino inevitable

Por Beatriz Jiménez De Santiago, ganadora de la IV edición www.excelencialiteraria.com

Algo no iba bien.

Las paredes comenzaron a temblar violentamente. Cada sacudida presionaba mi cuerpo contra el suelo, donde nacía una pequeña grieta. Me parecía que todo se había puesto del revés con aquel repentino ataque a la paz con la que había vivido hasta entonces.

Con el pasar de los minutos empeoró la situación. Me estaba ahogando. Sentí el irrefrenable impulso de respirar, pero mis pulmones no respondían. La tormenta no amainaba y las sacudidas aumentaban su frecuencia. Cuando el misterioso agujero del suelo superó en diámetro al de mi cabeza, surgió una fuerza que me atrajo hacia las profundidades.Traté de agarrarme a algo firme, pero el claustrofóbico espacio me impedía moverme. Entonces, en un último seísmo, el suelo me engulló. Por fin pude relajar mi cuerpo, resignándome a un destino incierto. A partir de aquel instante solo recuerdo la presión sobre todo mi cuerpo. Y me desvanecí.

Un tacto gélido me despertó. Fue como un suave golpe que me devolvió a la realidad. Aunque abrí los ojos, no podía ver. Aun así, supe que no estaba en casa. Me embriagaba una mezcla de tristeza, anhelo e incertidumbre; nunca antes había sentido nada igual. No pude contener las lágrimas. Lloré con fuerza... Había disfrutado de la calidez de mi hogar sin considerar que algún día podrían arrebatármelo. Y por algún cruel designio de la naturaleza, me encontraba sola ante un futuro incierto.

De pronto me recogieron unos brazos. En ellos hallé mi consuelo. Era la primera vez que alguien me tocaba, así, con suma delicadeza y cariño. Aquella persona me besó en la frente. Paulatinamente, al tiempo que despertaban mis oídos, comencé a escuchar sonidos cuyo significado desconocía:

—Enhorabuena.

—Se parece a ti.

—¡Qué va!... —exclamó una voz cansada—. Tiene la cara de su padre.

Palabras nuevas. Personas nuevas... Había aterrizado en un mundo nuevo, frío e inseguro. Nadie me había explicado por qué ni cuál iba a ser mi cometido. Tenía todo la vida por adelante para averiguarlo.