Un ejemplo a seguir

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20 jun 2017 / 17:04 h - Actualizado: 20 jun 2017 / 22:23 h.

Ellas, esas mujeres entregadas de manera incondicional a todas aquellas personas necesitadas. Sí, personas necesitadas de cariño, de alimentos, de refugio, de escucha, de fuerza, en definitiva, necesitadas de tener alguien a su lado.

Ellas son las Hermanas de la Cruz, mujeres que se olvidan de ellas mismas y se entregan a los demás, sin recibir ni buscar nada a cambio. Porque así son ellas, mujeres sencillas y humildes, alejadas del egoísmo y la envidia, que encuentran su felicidad haciendo a los demás más felices.

Pese a la dureza de su vida, con los numerosos sacrificios, con esa vestimenta tan incómoda y calurosa en verano, con los dormitorios tan austeros, con las pocas horas de descanso , con una alimentación básica y alejadas de sus familias, ellas siempre te reciben con una inmensa sonrisa en el rostro y una mirada llena de esperanza. Porque ellas son realmente felices y lo demuestran cada día con sus gestos, sus hechos y sus palabras.

Sienten añoranza por sus familiares, por escucharles con más frecuencia o por recibir más visitas. Porque al igual que les sucede a las personas que marchan a estudiar o trabajar al extranjero y echan de menos a sus seres queridos, ellas también extrañan ese calor humano de los suyos. Sin embargo, esa fe que tienen por Dios es tan poderosa, que no le temen a nada ni a nadie, siendo capaces de luchar y superar cualquier adversidad que se les presente.

Quizás muchos no lo puedan llegar a entender y cuestionen cada acto, cada palabra e incluso el sentido de esa vida, pero, si ellas son felices, ¿ para qué criticar y cuestionar? . Cada uno decide su manera de vivir e incluso pienso que, las Hermanas de la Cruz, pueden llegar a ser más felices que muchos de nosotros.

Vivir cerca de ellas es estar en una continua enseñanza de la vida, porque creemos que tenemos problemas y necesidades, cuando en realidad, todo es más fácil y sencillo de lo que pensamos.

Ellas cada día lo demuestran. Porque, las Hermanas de la Cruz, dan su vida por todas aquellas personas que viven en la soledad, por todas aquellas personas que no reciben visitas ni tienen seres queridos cerca o por todas aquellas personas que están enfermas y no tienen a nadie que pueda ir a cuidarlas. Con una simple palabra, una escucha paciente o un apretón de manos, pueden llegar hacer tan feliz a alguien.

No hay duda que, necesitamos a las Hermanas de la Cruz en nuestro mundo, su huella en este camino de la vida está bien definida, van dejando marca allí por donde pisan y su herencia tiene un valor incalculable.. .