Comprobamos con naturalidad que el marido del presidente de Luxemburgo aparezca en una fotografía en la que posan la primeras damas –menudo concepto–, esposas de los líderes mundiales de la OTAN. Salta a los medios no como el escándalo que en otros tiempos hubiera sido, sino como resultado de la curiosidad de que haya ocurrido por primera vez. Imagino que si este es el sentimiento generalizado de nuestra sociedad, algo ha mejorado en nosotros nuestro sistema educativo en aspectos tan importantes como la libertad, el respeto, la igualdad o la democracia. Aspectos todos estos ajenos a las evaluaciones PISA, dicho sea de paso.
Pero ello no quiere decir que el gesto sea banal, ni mucho menos. La presencia de un marido entre las primeras damas de la OTAN es un acto de rebeldía y reivindicación contra la homofobia de muchos de los países allí presentes y no presentes. Los ultracristianos de Trump, los integristas de Erdogan o los homófobos rusos de Putin forman parte de la caverna a la que va dirigido el mensaje; no sólo a ellos, también a los húngaros, a toda la ultraderecha europea o esos países árabes que mantienen la pena de muerte ante la homosexualidad. La foto se carga de sentido de reivindicación entre tanto glamour y tanta dama objeto allí presente.
Se carga de crítica a la homofobia y al machismo que supone el hecho. Nos hace caer en la cuenta del diferente papel que juegan esas primeras damas en contraposición con los maridos de Merkel o de la primera ministra británica, ausentes en la misma. Todo muy curioso, pero muy reivindicativo