Un majaíllo en la casa de los tricornios

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02 abr 2017 / 20:24 h - Actualizado: 02 abr 2017 / 20:29 h.
"Gastronomía","Guardia Civil","Gregorio Serrano"

No sé, pero Gregorio Serrano me da mal rollo. No lo digo porque haya pretendido vivir por la cara en un piso de la Guardia Civil al que, por la jeró, como dirían los gitanos, le iba a endosar una obrita de unos pocos de miles de euros que pagábamos todos. Hay que tener cierto descaro para encargar una obra y decir aquello ya tan recurrente últimamente de «yo no sabía nada». Si cuela, cuela, imagino que pensó.

Pero no me da mal rollo Serrano por ese tema, por el que debiera haber ya presentado la dimisión. Pensaba en el Serrano analfabeto de la gastronomía andaluza que un día organizó una Feria de Tapas en Sevilla y retiró el salmorejo de concurso porque dijo reconocer que era un plato cordobés. «Tan cordobés como la paella es de Valencia», replicaba su homónimo de partido del Ayuntamiento cordobés. Así es la incultura y, sobre todo, la arrogancia de quienes por estar en el poder se creen dueños de lo que tocan. No dudo que el salmorejo sea cordobés, como la porra será antequerana, la jarria de Puebla de Cazalla o la ardoria de Osuna. Diferentes nombres para el mismo producto gastronómico de tomate y pan duro, de gastronomía de subsistencia jornalera, de siegas de sol a sol, cuyo vestigio más antiguo se recoge en Herrera, provincia de Sevilla. Pero no, Serrano y su colega de partido cordobés determinaron por decreto que la ardoria de mi pueblo, la jarria de Puebla o la porra de Antequera eran una especie de plagio gastronómico, a la vez que ignoraban su mención más primitiva en Herrera, por cierto, pueblo en el que se fabrican los tricornios de la Guardia Civil.