Alguna vez me han dicho, como reproche, que hablo demasiado sobre mí mismo, que soy quizá excesivamente autobiográfico, como si eso fuera malo o un signo de mal periodista. Puede ser, no lo discuto, pero es verdad que tiendo a contar mis propias vivencias. Incluso tengo un libro, Cuatro Vientos, de relatos de infancia. Pero he escrito diez libros más sobre artistas del cante de Sevilla como Manuel Escacena, La Niña de los Peines, Fernando el de Triana, Tomás Pavón o El Carbonerillo. Sin contar los treinta y cuatro años en este periódico. Cuento todo esto porque el 9 de agosto voy a ser objeto de un homenaje en los Veranillos del Alamillo y supongo que será por los muchos años dedicados al flamenco como crítico, escritor e investigador. Mi labor de calicatero no le interesa a nadie y a mí me dejó algo más que dolores de huesos. Si la Diputación Provincial de Sevilla ha nombrado Hija Adoptiva de esta ciudad a Ana Rosa Quintana, ¿es demasiado que a mí me vayan a dar una placa en los Veranillos del Alamillo? Lo cuento porque alguien lo tendría que contar, ¿no? ~