Una becqueriana Navidad

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23 dic 2016 / 15:07 h - Actualizado: 23 dic 2016 / 23:26 h.
"La Azotea"

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Esta ciudad que parió a hijos de todo tipo, tuvo entre ellos a un sevillano atípico que descansa en el Panteón de los Sevillanos ilustres por méritos propios. Un vecino de San Lorenzo que prestó sus rizos, su mirada melancólica y su romántica imagen a los billetes de veinte duros durante muchos años y que dejó su impronta en su prosa y en su verso. Un poeta bohemio que escribió como un músico rellena un pentagrama, llenando su obra de fantasía y armonía. Un experto enamorado, un apasionado de la vida vivida a su manera, abandonada demasiado pronto entre la tuberculosis, la infelicidad, el desasosiego, la pobreza y el desencuentro con la existencia, la suerte y los sentimientos. Un rompedor que se fue sin saber lo que había conseguido, como abrirle paso a la modernidad para que Juan Ramón o Cernuda siguieran el camino. Bécquer, que no era idiota, como dice la canción, se marchó un veintidós de diciembre demasiado joven y demasiado solo, dejando atrás una vida llena de luces y sombras, las cuales le acompañaron hasta el mismo día de su muerte; un eclipse de sol tiñó el cielo de Madrid de negro y de tristeza. Estos días de idas, venidas, compras y celebraciones, pasamos por calles donde su presencia sigue latente; el órgano de Maese Pérez el organista sigue sonando para quien quiera escucharle en el oasis de paz urbano que es el Convento de Santa Inés. El veintidós de diciembre en Sevilla suena a bombo, a voz de niño de san Ildefonso y a parafernalia navideña adornando unos balcones donde siempre volverán las oscuras golondrinas sus nidos a colgar.