El documento jurídico más antiguo de España son una leyes municipales. Las leyes romanas de la antigua Urso –actual Osuna– vienen a demostrar la raíz tan honda en la que se sustenta el municipalismo de nuestro país, cómo la unidad político-administrativa que sirve de base a nuestro entramado territorial tiene su razón de ser en el municipio. Y es que el municipio no es sólo la administración más próxima al ciudadano, que lo es, sino, sobre todo, el lugar dónde la política es más sentida como propia por la ciudadanía, el lugar donde las políticas de salón dejan de ser lagarteranas.
Hoy domingo, que es cuando escribo, desconozco quién es alcalde de Sevilla, alcaldesa de Madrid o qué sorpresa política ha deparado el día, pero lo que no me cabe duda es que ha sido un día grande, que la gente ha ido a votar con la ilusión de que su voto tendrá gran validez en su ciudad, o en su barrio. Sólo la papeleta de las municipales se deposita con tanta ilusión en una urna. Por eso el día de ayer fue grande en política.
Los ayuntamientos forman parte de la historia de España en la proclamación de la Segunda República o en la lucha por la autonomía andaluza, han formado parte de nuestra historia de forma permanente. Se abren nuevos cuatro años municipales y sólo pedimos a nuestros políticos que éstos estén a altura de las circunstancias, que nos dejen lo mejor de su cercanía o de su contacto con la gente, que destierren, de una vez, las alcaldadas, las dictaduras o el clientelismo... Sólo pedimos una ciudad para vivir.