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La Tostá

Una estrella en el Maestranza

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
27 abr 2019 / 07:27 h - Actualizado: 27 abr 2019 / 07:30 h.
"La Tostá"
  • Una estrella en el Maestranza

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Me cabe el honor de ser la primera persona que le dijo a Enrique Morente que tenía una estrella del cante en su casa. Fue en la comunión de Soleá, su otra hija, celebrada en un Carmen granadino hace muchos años. Estábamos en un patio preñado de flores y cantaba El Tiriri de Málaga. Una niña se plantó en medio de la fiesta y cantó y bailó con un arte que nos sorprendió a todos por su frescura. Era Estrella Morente Carbonell, la primogénita del maestro granadino y de su mujer, Aurora Carbonell La Pelota, bailaora de Madrid, una de las hijas de Montoyita el guitarrista. Enrique me miró con cara de asombro, como preguntándome qué me había parecido. “Tienes una estrella del cante en tu casa”, le dije, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Lo demás vino ya rodado. Su primer disco, Mi cante y un poema (2001), producido y dirigido por su propio padre, constituyó un éxito extraordinario y su consagración en figura del cante. Tenía 21 años y se hablaba ya de ella como de la nueva Niña de los Peines, por su enorme personalidad y aplomo sobre los escenarios. Pero a la vez, los detractores de su padre le atizaban y la ponían de copista de su progenitor. No era cierto, Estrella tenía su sello, y lo tiene, aunque era inevitable cierto parecido al maestro. Hablé muchas veces con Enrique sobre su hija y puedo asegurar que, aunque era exigente con ella, adoraba su manera de cantar. Se le caía, literalmente, la baba y estaba convencido de que llegaría a ser una figura de época. Creo que perdió un poco los papeles con su hija y no cuesta nada entender su adoración por ella. Era su hija y, además, una cantaora con una voz única. Era también crítico con ella, pero en privado. En público no decía nunca nada que le pudiera perjudicar en su carrera. Era un verdadero fan de su hija. Hasta el punto de desatender cosas de su propia carrera para dedicarse a la de ella. Una noche me llamó a casa y me puso unos tangos que estaba montando para ella. “Fíjate, que eso que hace ahí, ligando los tercios, no era capaz de hacerlo ni la que inventó el tango”, dijo. Y llevaba razón.

En lo alto del cerro de Palomares,

unos dicen que nones

y otros que pares.

La marcha del maestro, en 2010, supuso un mazazo para Estrella y el inicio de un enorme bajón en su carrera artística. Se llegó a decir que sin su padre no sería lo mismo, algo más que evidente. Yo iría mucho más allá: sin el maestro, el cante no sería lo mismo, y así ha sido. Pero Estrella ha sabido conducir su carrera sin la sabia presencia de su padre y esta noche viene al Teatro de la Maestranza de Sevilla a presentar su última obra, Copla, un homenaje a las clásicas del género, con versiones geniales de Yo no soy esa, Madrina o El día que nací yo. Si pueden no se la pierdan. Es un espectáculo.