Una injusticia que habría que reparar

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
25 ago 2017 / 19:58 h - Actualizado: 25 ago 2017 / 20:05 h.
"Flamenco","Desvariando"
  • Una injusticia que habría que reparar

El pasado 15 de abril se cumplieron ciento cincuenta años del nacimiento del cantaor, guitarrista, letrista y escritor sevillano Fernando Rodríguez Gómez, el célebre Fernando el de Triana, autor de un libro fundamental, Arte y artistas flamencos, editado en Madrid en 1935. Sin este libro no sabríamos casi nada de un buen número de artistas flamencos del siglo XIX, y al bueno de Fernando le costó sudor y lágrimas publicarlo, ya anciano y pobre como una rata. Vivía entonces en el pueblo sevillano de Camas, donde tuvo una taberna llamada La Sonanta, con las paredes adornadas con carteles y viejas fotografías de La Parrala, Paco el de Lucena y Silverio.

Fernando no nació en Triana, como ya demostramos en este mismo periódico hace algún tiempo, sino en el número 2 de la sevillana calle Pozo, en San Luis, y lo bautizaron en San Gil en 1867. Sus padres tampoco eran trianeros, ni su abuelo materno, el célebre Fernando el Cachinero, que también cantaba, aunque no de forma profesional. Pero nuestro protagonista, que se fue a vivir a Triana de niño, llegando a residir en las calles Verbena y Pureza, se aficionó al cante y quiso ser conocido como Fernando el de Triana. Ocultó siempre el lugar donde nació y hasta le confesó a un conocido escritor que era romaní, esto es, gitano e hijo de un herrero calé, cuando su padre, Joaquín Rodríguez Jiménez, era carpintero y gaché.

No sabemos cómo cantaría Fernando, al no grabar discos, algo extraño porque lo hicieron casi todos los de su época. Parece ser que no tenía una voz agradable para el disco, quizá quemada de tantas noches de fiesta y la mala vida que llevó durante años. Además de cantar como profesional, el cantaor sevillano hizo otras muchas cosas, como, por ejemplo, regentar una tienda de pájaros en Las Ramblas de Barcelona, estos días en boca de miles de personas por el atentado yihadista. Tuvo también una casa de comidas en Marruecos, concretamente en Nador, y un chiringuito en Coria del Río, en la zona conocida como El Carrascalejo, especializado en la manzanilla de Sanlúcar.

Precisamente fue en Coria del Río donde hizo amistad con Blas Infante, uno de los que le animaron a escribir sus vivencias flamencas, cuando ya apenas cantaba y vivía de lo que podía. El origen de su único libro, Arte y artistas flamencos, está en una conferencia que dio en Coria en 1932, que repetiría algo más tarde en la Tertulia el Arenal, de Sevilla, presidida por el impresor Silverio Domínguez Conde. En esta tertulia paraban Luis Montoto y el pintor José Rico Cejudo, grandes aficionados al flamenco, y entre todos lo empujaron a que publicara sus memorias.

Fernando le entregó a Blas Infante el manuscrito de su conferencia para que se lo pasara a máquina y ordenara, con idea de hacer el libro, y también le encargó el prólogo, aunque al final y por razones políticas no apareció en la obra. El manuscrito del prólogo está en la Fundación Blas Infante, así como el original de Fernando pasado a máquina por el padre de la patria andaluza. Todo ese material lo di a conocer en mi primer libro, La Sonanta, la biografía del cantaor, obra que editó Alberto Jiménez Becerril hace casi veinte años, y que se presentó en Triana, cerca de donde vivió Fernando tantos años.

Se han hecho algunas reediciones de Arte y artistas flamencos, la primera en 1952, que fue un atentado contra el libro porque lo manipularon intencionadamente quienes no estuvieron de acuerdo en que Blas Infante prologara la obra. Seguramente, los mismos que celebraron su fusilamiento años antes. Esa primera reedición fue descaradamente ultrajada, añadiendo fotografías y biografías de cupletistas que no aparecían en la primera edición. Ya había muerto Fernando el de Triana (Camas, 1940), de ahí que actuaran con impunidad, entre otros, el periodista y escritor madrileño Tomás Borrás, destacado falangista y marido de la cupletista La Goya, que fue quien prologó y manipuló esta reedición.

Hace años que vengo diciendo lo importante que sería reeditar el libro de Fernando el de Triana con una minuciosa revisión, puesto que hay grandes errores en esta obra. El cantaor era ya anciano cuando escribió el libro y, como lo haría de memoria, se equivocó en muchos datos. También hay fotografías equivocadas. Pero sobre todo, sería importante que se reeditara teniendo en cuenta el manuscrito original de Fernando y el prólogo de Blas Infante. Y, por supuesto, aportando una completa biografía del cantaor, que tuvo una vida apasionante.

Fernando murió muy pobre, después de toda una vida dedicada al arte flamenco. Su esposa, Paca la Coja, quedó totalmente desamparada y cuando enviudó se la podía ver vendiendo los libros de su marido por las calles de Camas y Coria, con una espuerta, para poder comer y pagar el alquiler de la casa donde habitaban, derribada hace pocos años. Un libro que el cantaor pudo editar gracias a la generosidad de la famosa bailarina Antonia Mercé La Argentina, quien le organizó un gran festival en el Teatro Español de Madrid para recaudar el dinero que hacía falta para publicarlo.

Sevilla se olvidó del pobre Fernando, al que llamaban, El Decano del Cante Jondo. Dejó su libro, algunas letrillas inéditas y dos sonetos que escribió tres días antes de su muerte, ocurrida el 8 de septiembre de 1940 en Camas, cuando tenía 73 años. Como cantaor no dejó huella alguna, porque no grabó discos y nunca fue una primera figura del cante. Solo se conoce una malagueña suya, que grabaron, entre otros, el Cojo de Málaga, el Niño del Genil y Camarón. Pero escribió un libro fundamental, con sus luces y sus sombras, cuya primera edición es hoy una joya de coleccionismo.

Dentro de unos días se van a cumplir setenta y siete años de su muerte. Y hace ciento cincuenta que nació en Sevilla, dos años antes que Chacón, su gran amigo, al que admiró y elogió hasta su muerte. No digo una plaza o una calle con su nombre, porque un día se las pueden quitar, pero al menos, que Sevilla o Triana le hagan justicia a aquel cantaor que, sin estudios, se atrevió a escribir un libro fundamental.