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Una vez más

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09 jun 2017 / 21:26 h - Actualizado: 09 jun 2017 / 21:27 h.
"Cofradías","Pareja de escoltas"

Me gusta el día del Corpus por muchas razones. Para empezar, porque no se me pegan las sábanas y, si no tengo inconveniente en madrugar a diario cuando las obligaciones imponen su cadencia, menos aún para presenciar una procesión solemne. En segundo lugar, por ese espíritu inconformista y combativo rara avis hispalensisque llevó a mantener su fecha histórica cuando Roma misma claudicó. (De aquellos tres jueves relucientes del calendario litúrgico ninguno tiene ya carácter general en España). Otra razón es que, a pesar de lo que algunos piensan, el cortejo me parece muy entretenido. Basta con mirar atentamente y comprender que, con sus luces y sus sombras, es la ciudad entera la que pasa ante nuestros ojos: sonrisas, gentiles cabezadas, estandartes, envaramientos, fondos de armarios –y hasta cavernas de la moda–, diletantes, obligados por el cargo, botones a punto de estallar, zapatos lustrosos, arcaicos uniformes y dudosas condecoraciones? Arte y artificio. Pero, sobre todo, me gusta porque creo en el sentido simbólico del acto y en su valor teológico: decimos públicamente que Dios permanece junto a nosotros y está presente y vivo en la Eucaristía. Esa es nuestra fe. Y, hoy, esto es lo más subversivo que se puede manifestar en nuestra sociedad. Sin imposiciones caducas, ofrecemos –tanto participantes como asistentes– un testimonio que no conviene minusvalorar. Ni sobra nadie, ni hace falta arrojar piedras en el tejado propio.