Una voz de oro que añora el bronce

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
13 oct 2018 / 10:21 h - Actualizado: 13 oct 2018 / 10:27 h.
"Desvariando"
  • Una voz de oro que añora el bronce

Dicen que cuando el genial cantaor Manuel Vallejo estaba ingresado en el Hospital Central de Sevilla –lo que hoy es la sede de la Junta de Andalucía–, en los inicios de agosto de 1960, lo visitó un amigo de su confianza que le llevó un botellín de aguardiente. Tenía totalmente prohibido el alcohol por su delicado estado de salud, pero, según este amigo, lo que quería el genio era acelerar su muerte, seguramente cansado de vivir, de ahí que le hiciera ese encargo. ¿Es cierta la historia? Murió al día siguiente, el día 7, como consecuencia de una apoplejía del corazón.

Días antes lo habían visitado Juan Valderrama y Pepe Pinto y estaba relativamente bien, aunque sin muchas ganas de seguir padeciendo. Su muerte no fue ni mucho menos una conmoción en Sevilla, ciudad en la que había nacido un 15 de octubre de 1891. Era ya un cantaor alejado de los escenarios y bastante olvidado, quizá por ser un hombre introvertido, raro, delicado y con los amigos justos. Murió soltero y sin dinero, aunque no tan pobre como se ha llegado a decir. Un cantaor que llegó a ganar casi mil pesetas por actuación en 1928, cuando Monserrat y Vedrines montaron Ópera Flamenca, con Chacón, la Niña de los Peines, José Cepero y Ramón Montoya, entre otras grandes lumbreras del arte andaluz, acabó con lo puesto y los calcetines roídos por los ratones.

Nació el genio, en la fecha ya indicada, en la barreduela de Padilla, 1, un callejón que daba a la calle San Luis, en San Marcos. Esa zona de Sevilla era entonces un hervidero de artistas flamencos y no flamencos, por su cercanía con el barrio de la Feria, la Alameda y la Macarena. Cerca del lugar de su nacimiento está la calle Palomas, donde entonces vivían dos grandes maestros del cante, Ramón de Triana y Francisco Viache, El Cuervo Sanluqueño. Aún existían figuras como el Maestro Pérez, uno de los guitarristas de Silverio, y Carito de Jerez. También Antonio Paez El Pintor, bailaor de Silverio y padre del malogrado Lamparilla. Y una cantidad de artistas más que harían esto interminable, como el gran Chacón, José Medina, La Malena, La Macarrona, Fernanda Antúnez y Ramírez.

Su familia no era de tradición flamenca, y tampoco eran pobres. Descendía de extremeños de Olivenza por parte de su padre y antes de nacer el cantaor ya vivía esta familia en el casco antiguo de Sevilla, por la Plaza del Salvador, donde no es que todos fueran ricos, pero no había muchos pobres en esa zona de artesanos. Si Manuel Jiménez y Martínez de Pinillos, Manuel Vallejo, se dedicó al cante no fue precisamente por necesidad económica, sino porque nació con el don para cantar y, aun sin querer, acabó cantando flamenco y siendo una de las figuras más grandes de este arte, con una obra discográfica de las más importantes del arte de lo jondo, que está en el mercado en formato cedé para el que quiera escuchar todos sus cantes grabados.

¿Por qué Sevilla se ha olvidado prácticamente de su mejor cantaor, del más largo y famoso? Porque la capital andaluza no es de más carnes. Es cierto que se conmemoró el centenario de su nacimiento gracias a la Peña Flamenca Torres Macarena, pero no hay apenas nada que recuerde al gran cantaor en las calles de la ciudad que lo vio nacer y morir. La idea de ponerle un monumento sigue ahí, pero no se acaba de llevar a cabo. En Sevilla tienen ya sus monumentos artistas como la Niña de los Peines, Antonio Mairena, Pastora Imperio, el Niño Ricardo, Naranjito de Triana y Pepe Perejil.

Cada uno de estos monumentos tienen una historia conmovedora y existen porque se movieron amigos o familiares de los artistas. Es el caso, por ejemplo, del de la Niña de los Peines, que se le puso porque se empeñaron en ello un buen número de aficionados y artistas que pertenecían a la Tertulia Flamenca de Radio Sevilla, como Rafael Belmonte, Antonio Mairena, Pepe Núñez de Castro o Luis Caballero. De eso hará medio siglo en diciembre, puesto que fue en ese mes de 1968.

Solo hay que conocer algunas anécdotas del maestro de San Marcos para entender su compleja personalidad y el hecho de que tuviera los amigos justos. Cuentan que un día le dijeron que había en Sevilla uno que cantaba por Vallejo mejor que él mismo. Cansado ya de que se hablara tanto de uno de sus muchos imitadores, pidió escucharlo personalmente y cuando lo hizo, contrariado, dijo: “¿Y éste es el que canta por Vallejo mejor que Vallejo? Será mejor que Vallejo el de los toldos”. Toldos Vallejo era una tienda muy popular en Sevilla, que se anunciaba mucho en Radio Sevilla y que todavía existe.

El próximo lunes cumpliría 127 años. Un motivo para recordarlo y pedir que Sevilla haga justicia algún día a uno de sus artistas más grandes.